"La esencia de la grandeza radíca en la capacidad de la realización personal propia en circunstancias en las que otros optan por la locura." - Dr. Wayne W. Dyer

Inspirando Cambio: El hombre santo sin hogar

Fuente: El Blog de Michael Berg

Siempre estoy buscando historias para inspirarme e inspirar a mis estudiantes, y la siguiente es una de esas historias. Consérvala en tu corazón y te impulsará a hacer cosas increíbles:


Hace cientos de años había un grupo de hombres sin hogar que viajaba de pueblo en pueblo buscando comida y refugio. Normalmente se las arreglaban, pero no esta vez. Durante semanas y semanas se encontraron sin siquiera un bocado para comer.

Un día estaban sentados en medio del bosque, lanzando ideas de cómo encontrar comida. La cabeza del grupo tuvo una idea. En ese entonces, era común que kabbalistas famosos recorrieran el territorio en busca de gente que necesitara su sabiduría y poder. Y era común que la gente del pueblo los recibiera como reyes, prodigando sobre ellos comida y regalos.

Le propuso al grupo que fueran al río más cercano, lavaran sus ropas, y luego encontraran el pueblo más cercano, en donde dirían a todos, que su líder era una alma grandiosa y justa.

Sin nada que perder, decidieron probar.

Fueron al río y se asearon. Luego enviaron al pueblo más cercano a dos de los pordioseros como emisarios para que alertaran a la gente de que un gran kabbalista estaba por llegar. Fueron a cada lugar de oración, y al Ayuntamiento y anunciaron que el gran fulano de tal llegaría en cualquier momento. La gente se creyó el cuento de cabo a rabo, tanto que el hombre más rico del pueblo los invito a hospedarse en su casa.

¡Un golpe de suerte! Así que, esa noche se encontraron sentados en una mesa magnífica, adornada y llena de comida. Se atiborraron sin recato, engreídos de su exitosa estafa. Hacia el final de la comida, el hombre rico se dirigió al "hombre justo" y murmuró "Tengo que decirte la verdad. La razón por la que te invité a mi casa no fue sólo para compartir contigo. Hay algo que quiero pedirte. Mi hija ha estado enferma durante mucho tiempo y los doctores han renunciado a toda esperanza. Cuando escuché que un hombre de tu grandeza venía al pueblo, pensé que era mi última oportunidad para salvarla. ¿Puedes sanarla? ¿Puedes traer este milagro a nuestro hogar?".

Como podrán imaginar, el grupo de hombres sin hogar estaba sorprendido y asustado. En sus mentes resonaba el hecho de que no sólo eran unos mentirosos, sino que ahora iban a arruinar la esperanza de este hombre. Sin saber que hacer, todos miraron a su "honrado líder".

Él se dio cuenta de sus miradas y se dirigió al padre, diciendo "Vayamos dentro a ver a tu hija". Entraron y el hombre sin hogar tomó algunos libros de oraciones del estante y luego le dijo al padre que lo dejara a solas con la joven.

Permaneció ahí por dos horas y cuando finalmente salió, su cara estaba roja y sus mejillas llenas de lágrimas. Se dirigió al padre y le dijo, "Creo que tu hija va estar bien. Ya se ve mejor. Anda y velo tú mismo".

Claro está, el padre entró y descubrió que el hombre sin hogar estaba diciendo la verdad. Ella se veía mucho mejor de lo que se había visto en meses, y comprobó que ya estaba sanando.

Mas tarde esa misma noche, luego de que los pordioseros dejaron el pueblo, todos se juntaron alrededor de su líder y le exigieron respuestas, frenéticamente. "¡Tú no eres un hombre justo! ¡Tú eres un pordiosero sin hogar como el resto de nosotros! ¡¿Qué pasó ahí?!".

Miró a cada uno de ellos directo a los ojos y dijo "Claro que lo que dicen es verdad. No soy nadie, sólo un mentiroso, sin hogar, como el resto de ustedes. Pero cuando entré en esa habitación y vi el amor que el padre tenía por su hija, rompí a llorar. Me encontré diciéndole al Creador. 'Tú sabes quien soy, un mentiroso, un don nadie. Pero también sabes el amor que este padre siente por su hija. Él piensa que yo puedo ayudar y aunque ambos sabemos que no puedo, por favor, por el bien de este hombre, permite que tu poder sanador entre en su hija'. Lloré en esa habitación por dos horas, y el resto, bien, ustedes vieron el milagro como yo".

Todos nosotros, en algún grado, somos este hombre sin hogar. Puede ser que pensemos que debemos estar a cierto nivel para hacer milagros a otras personas, pero la lección aquí es clara: no importa que tan bajo creamos que estamos, podemos abrir un canal siempre, a través del cual, puede fluir la Luz del Creador.

Dejemos que esta historia nos recuerde nunca, nunca, decir "no puedo" o "esto necesita hacerlo alguien más elevado que yo". Recuerden al hombre sin hogar. Recuerden la vida de la niña que salvó. Recuerden que a través de un deseo genuino de ayudar, todos podemos ser canales para que la Luz traiga milagros grandiosos a las vidas de otros.

Michael Berg

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  • Carlos del Ángel: Fundador, WebMaster y Autor
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