"La esencia de la grandeza radíca en la capacidad de la realización personal propia en circunstancias en las que otros optan por la locura." - Dr. Wayne W. Dyer

Osho: El libro del Hara, capitulo 8, El Amor no Tiene un Yo, primera parte


Amados míos:

Esta noche es el último encuentro del campo de medita­ción y en este encuentro quiero mencionaros las últimas llaves.

En la mente del hombre hay una enorme tensión, y esta ten­sión ha alcanzado un nivel próximo a la locura. Hay que relajar esa tensión. Y además el corazón del hombre está muy destensa­do. Las cuerdas de la veena de su corazón están destensadas; hay que tensarlas. Esta mañana os he dado varias llaves para tensar las cuerdas del corazón. Y ahora hablaremos de la última llave.
Cuando las cuerdas del corazón están afinadas nace la me­jor música posible de la veena de la vida del hombre. Una so­ciedad que ha perdido el corazón, una época o un período en el que todos los valores del corazón se han debilitado, han perdido todo lo bueno, lo verdadero y lo bello. Si queremos que entre en nuestra vida la bondad, la verdad y la belleza no hay otra forma de hacerlo que no sea afinando las cuerdas de la veena del co­razón.

El amor es la manera de afinar las cuerdas del corazón, la manera de llevar las cuerdas del corazón al espacio correcto en el que puede surgir la música. Por eso llamo «oración» al amor; llamo amor a la forma de alcanzar lo divino; llamo amor a “lo divino”­. La oración sin amor es falsa, hueca, no tiene sentido. Sin amor, las palabras de la oración no tienen ningún valor. Y sin amor, nadie que esté interesado en el viaje hacia lo divino será capaz de alcanzar lo supremo. El amor es la forma de hacer cantar a la veena del corazón. Tendrás que entender algunas cosas sobre el amor en sí.

La primera ilusión es que todos creéis saber algo sobre el amor. Esta ilusión es muy perjudicial, porque nunca harás ningún esfuerzo para alcalzar o despertar aquello que crees conocer.

Pero no eres consciente de que quien conoce el amor, ha adquirido simultáneamente la capacidad de conocer lo divino. Si conoces el amor, no te queda nada por conocer en la vida. Pero tal como eres, no sabes nada; te queda todo por saber.

El amor que crees que es amor probablemente no lo es. Has llamado amor a otra cosa, y mientras sigas teniendo esta ilusión, mientras sigas teniendo la idea de que sabes todo sobre el amor; ¿cómo vas a poder buscarlo y hallarlo? Lo primero que debes en­tender es que no conoces el amor en absoluto.

Una calurosa mañana, Jesús se detuvo bajo el árbol de un jardín. Hacía mucho calor y estaba cansado, así que se durmió bajo la sombra del árbol. Ni siquiera sabía a quien pertenecía la casa, el jardín o el árbol. Era el jardín de Magdalena, una pros­tituta muy bella de aquella época.
Mágdalena miró por la ventana y vio a esta bella persona durmiendo debajo del árbol. Nunca había visto a un hombre tan bello. Del mismo modo que existe la belleza física, existe la be­lleza del alma. A menudo puedes ver la belleza física, pero la belleza del alma se puede ver en contadas ocasiones. Pero cuan­do aparece la belleza del alma, incluso el cuerpo más horrible se convierte en la flor más bella. Ella había visto muchas personas bellas, porque siempre había una multitud delante de su puer­ta y a menudo le costaba trabajo entrar en su propia casa. Magdalena fue atraída hacia el árbol como por un imán.

Jesús estaba a punto de despertarse e irse; había terminado de descansar. Magdalena le dijo:

-¿Me harías el favor de descansar dentro de mi casa?

Jesús le dijo:

-Ahora ya he terminado de descansar, y era tu árbol. Es hora de marcharme. Pero si alguna otra vez paso por aquí y es­toy cansado seguramente descansaré dentro de tu casa.
Magdalena se ofendió. Había rechazado a grandes prínci­pes en la puerta de su casa, y ahora que estaba invitando a un mendigo de la calle a descansar en su casa éste se negaba. Esto hirió sus sentimientos, de modo que dijo:

-No, no voy a hacerte caso. Debes entrar, ¿ni siquiera pue­des hacer eso para demostrarme tu amor? ¿Por que no vienes y descansas un rato en mi casa?

Jesús dijo:

-Por el mismo hecho de invitarme, ya he entrado en tu casa, porque, excepto en los sentimientos del corazón, ¿dónde está tu casa? Y si me preguntas «¿No me vas a demostrar ni si­quiera un poco de amor?”, entonces te diré que probablemente habrá habido mucha gente que te ha dicho «Te quiero», pero ninguno de ellos te ha querido, porque en lo más profundo de su ser estaban amando otra cosa. Y te puedo asegurar que yo soy una de las pocas personas que puede amarte y te ama, porque sólo puede amar aquel en cuyo corazón fluye el amor.
Ninguno de vosotros puede amar porque dentro de vosotros no hay un flujo de amor. Cuando le dices a alguien: «Te quiero», en realidad no le estás dando amor, sino que se lo estás pidien­do. Todos estáis pidiendo amor. Y ¿Cómo puede dar amor alguien que lo está pidiendo? ¿Cómo pueden ser emperadores los men­digos? ¿Cómo pueden dar amor las personas que están pidien­do amor?

Todos vosotros le pedís amor al otro. Vuestros seres son mendigos pidiéndole a alguien que os quiera. La mujer le pide amor al marido, el marido le pide amor a la mujer; la madre le pide al hijo, el hijo le pide a la madre; los amigos le piden amor a los amigos. Todos le pedis amor al otro sin daros cuenta de que el amigo al que le estáis pidiendo también está pidiendo amor. Sois como dos mendigos extendiendo vuestro cuencos de men­dicante uno frente al otro.
Siempre que alguien esté pidiendo amor no será capaz de darlo, porque el hecho de pedir es una señal de que dentro de él no hay una fuente de amor. Si no, ¿por qué lo tendría que pedir fuera? Sólo la persona que está por encima de la necesidad de pe­dir amor puede dar amor. El amor es compartir, no mendigar. El amor es un emperador, no un mendigo. El amor sólo sabe dar, no sabe nada acerca de pedir.

¿Sabes qué es el amor? El amor que se pide no puede ser amor. Y recuerda, si alguien pide amor en este mundo nunca re­cibirá amor. Una de las leyes fundamentales, una de las leyes eternas de la vida es: el que pide amor nunca lo recibirá.

El amor sólo llama a la puerta de la casa donde ha desapa­recido el deseo de amor. El amor empieza a llover sobre el techo de la persona que ha dejado de pedir amor.
Pero no llueve sobre el techo de alguien que todavía está anhelando amor; el amor no fluye hacia un corazón necesitado. Un corazón necesitado no tiene el tipo de receptividad que hace posible que el amor entre. Únicamente un corazón que com­parte, un corazón que da, tiene ese tipo de receptividad para que pueda llegar el amor a su puerta y decir: «Abre la puerta, ihe llegado!».
¿Alguna vez ha llamado el amor a tu puerta? No; porque, hasta ahora, no has sido capaz de dar amor. Y recuerda también que todo lo que das te volverá. Una de las leyes eternas de la vida es que todo lo que damos nos vuelve.

El mundo entero no es más que un eco; das odio y recibes odio; das peligro y recibes peligro; maltratas a los demás y eres maltratado; si sacas espinas, recibes espinas. Todo lo que das, lo recibes de vuelta, te vuelve de infinitas formas. Y si compartes tu amor, recibirás amor de infinitas formas. Si no te ha vuelto el amor de infinitas formas, eso significa que no has dado amor. Pero, ¿cómo puedes dar amor? No tienes amor para dar. Si tienes amor, ¿entonces por qué estás mendigándolo de puerta en puerta? ¿Por qué os convertís en mendigos, yendo de un sitio a otro? ¿Por qué pedís amor?

Había un faquir llamado Farid. La gente de su ciudad le dijo:

-Farid, el emperador Akbar te tiene mucho respeto; píde­le que abra una escuela en tu ciudad.
Farid dijo:
-Nunca le he pedido nada a nadie. Soy un faquir, sólo sé dar. La gente de la ciudad estaba muy sorprendida.

-Siempre habíamos pensado que los faquires mendigaban -le dijeron-, pero tú dices que los faquires sólo dan. No en­tendemos estas cosas tan sutiles y tan serias. Por favor, haznos un favor: pídele a Akbar que nos abra una escuela.

La gente de la ciudad era muy tenaz, de modo que por la mañana temprano Farid fue a ver a Akbar. Éste estaba rezando en su mezquita y Farid se colocó detrás de él. Cuando Akbar acabó sus oraciones, levantó las dos manos hacia el cielo y exclamó:

-iOh Dios! Aumenta mi riqueza, aumenta mi tesoro, au­menta mi reino.

Al oír esto, Farid se volvió para marcharse. Akbar se levan­tó y vio que Farid se estaba yendo. Corrió detrás de él y le pre­guntó:
-¿Por qué has venido y por qué te vas?

Farid le dijo:

-Creía que eras un emperador, pero me he dado cuenta de que tú también eres un mendigo. Te iba a pedir una escuela para la ciudad, no sabía que tú también le pides a Dios que au­mente tu riqueza y tu tesoro. No me parece bien pedirle algo a un mendigo. Creía que eras un emperador, pero ahora veo que eres un mendigo, de modo que me marcho.

Sois todos mendigos, y vais pidiendo a los demás mendigos lo que ellos mismos no tienen. Nadie te puede dar amor. El amor puede surgir dentro de ti, pero no puedes obtenerlo del exterior. No existe ninguna tienda, ningún mercado, ningún vendedor que te pueda vender amor. El amor no se puede comprar a nin­gún precio.

El amor es un florecimiento interno; surge de una energía la­tente en tu interior. Sin embargo, todos buscamos encontrar amor en el exterior. Todos buscamos encontrar amor en el ama­do, lo cual es una cosa absolutamente equivocada e inútil.

Buscad: amor dentro de ti mismo. Ni siquiera te imaginas que puede haber amor en tu interior porque el amor siempre se ha asociado a la idea del amado. Tienes la idea de alguien en el exterior. Y como no recuerdas cómo puede surgir el amor den­tro de ti, la energía del amor sigue latente. No te das cuenta de que, siempre estás pidiendo fuera algo que ya está dentro de ti. Y como lo estás pidiendo fuera, no miras en tu interior. De este modo; lo que podía haber surgido dentro, no surge nunca.

El amor es el tesoro esencial con el que nace todo individuo. El hombre no nace con dinero, el dinero es una acumulación social. Pero el hombre nace con amor. Es un derecho de nacimiento, es su riqueza individual, está en su interior. Es un com­pañero que ha recibido con su nacimiento y que le acompaña­rá toda su vida. Pero muy pocos tienen la suerte suficiente de mirar en su interior y busca dónde está el amor, ver cómo se puede encontrar y cómo se puede desarrollar. Naces, pero si­gues sin descubrir tu riqueza. De hecho, nunca se explora en absoluto; vas mendigando en la puerta de los dernas, extendiendo tu mano porque quieres amor.

En todo el mundo sólo hay un deseo: el amor. Y en todo el mundo sólo hay una queja: no tengo amor. Y cuando no tienes amor; acusas a los demás de ser culpables porque no recibes amor. La mujer le dice a su marido: «Te sucede algo, por eso yo no estoy recibiendo amor». El marido le dice a su mujer: «Te su­cede algo, por eso no estoy recibiendo amor». Y nadie se pregunta si alguna vez ha sido posible recibir amor del exterior.

El amor es el tesoro interno, y el amor mismo es la música de la veena del corazón.
La veena del corazón del hombre se ha alterado mucho: no surge la música para la que había sido creada. ¿Cómo se puede crear esa música? ¿Cuál es el obstáculo que interrumpe la crea­ción de esa música? ¿Cuál es el obstáculo que no permite que su­ceda? ¿Has pensado alguna vez en ese obstáculo? ¿Has consi­derado alguna vez cuál puede ser?

Un día murió un actor que era un buen dramaturgo y un buen poeta. Se congregó mucha gente para su funeral en el lugar­ de la cremación. El director de la compañía de cine para la que había trabajado también estaba presente y dijo unas palabras de condolencia.

He convertido a este hombre en un actor -dijo el di­rector-. Fui yo quien le sacó de los caminos secundarios y lo puse en la autopista. Fui yo quien le dio el primer papel en una película. Fui yo quien publicó su primer libro. iYo soy el res­ponsable de que se haya hecho famoso en el mundo entero!

Esto es lo que dijo... Yo estaba presente en el funeral, y quizá también estuvierais algunos de vosotros... el director había di­cho esto cuando de repente el cadáver que estaba yaciendo ahí se levantó y dijo:

-Perdóneme, señor, ¿a quién están enterrando, a usted a o a mí? ¿De quién está usted hablando?

El director estaba diciendo: «Soy yo quien le hizo famoso, soy yo quien publicó su libro, soy yo quien le dio el primer pa­pel en una película... Soy yo».

Ni el cadáver pudo soportar el escándalo de este yo. Se le­vantó y dijo:
-Perdóneme, pero dígame una cosa, por favor: ¿a quién están enterrando en este funeral, a usted o a mí? ¿De quién está usted hablando?

Ni los cadáveres pueden soportar el escándalo de este yo, y el hombre está haciendo ruido con el yo constantemente. ¿Cómo puede soportarlo la gente?

En tu interior sólo puede haber dos voces; dentro de una persona que está llena de la voz del yo no puede estar la voz del amor; y dentro de una persona que está llena de la voz del amor no puede haber una voz del yo. Nunca podrás encontrar a las dos simultáneamente, es imposible. Es tan imposible como que haya oscuridad y luz al mismo tiempo.



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