"La esencia de la grandeza radíca en la capacidad de la realización personal propia en circunstancias en las que otros optan por la locura." - Dr. Wayne W. Dyer

Osho: El libro del Hara primer capitulo, primera parte


El Cuerpo: El Primer Paso

Amados míos:


En este primer encuentro del campus de meditación me gustaría hablar sobre el primer paso para un meditador, un bus­cador. ¿Cuál es el primer paso? Un pensador o un amante sigue un camino determinado, pero un buscador tiene que realizar un viaje completamente distinto. Para un buscador, ¿cuál es e pri­mer paso del camino?


Para un buscador, el primer paso es el cuerpo, pero nunca se le presta atención ni se toma en consideracción. Se ha descuida­do el cuerpo no sólo en algunas ocasiones, sino desde hace mi­les de años. Este descuido es de dos tipos. En primer lugar, están las personas indulgentes que descuidan el cuerpo. No tienen otra experiencia de la vida más que comer, beber y vestirse. Descuidan el cuerpo, hacen mal uso de él, lo desperdician tontamente, estropean su instrumento, su veena.*. * Instrumento clásico hindú con forma de arpa.
Si un instrumento musical por -ejemplo, una veena- se estropea, no puede producir música. La música es algo total­mente diferente a la veena; una cosa es la música y otra cosa es la veena, pero sin la veena no se puede hacer música.
* Instrumento clásico hindú con forma de arpa.


Quienes hacen mal uso de su cuerpo porque son indulgen­tes pertenecen a uno de los tipos, y al otro tipo pertenecen aque­llos que han descuidado su cuerpo a través del yoga y la renun­ciación. Han torturado su cuerpo, lo han reprimido y han sido hostiles con él. Ninguno ha comprendido la importancia del cuerpo, ni las personas que han descuidado su cuerpo ni los as­cetas que lo han torturado. Por tanto, hay dos formas de descui­dar y torturar la veena del cuerpo: una es la indulgencia y otra es el ascetismo. Los dos maltratan el cuerpo.


En Occidente se ha maltratado el cuerpo de una forma y en Oriente de otra, pero participamos de igual modo a la hora de mal­tratarlo. Las personas que van a los burdeles o a los pubs maltratan el cuerpo de una forma, y las personas que están desnudas bajo el sol se aventuran en los bosques lo maltratan de otra.


La música de la vida sólo puede surgir a través de la veena del cuerpo. La música de la vida es algo absolutamente distinto al cuerpo -completamente distinto, es otra cosa-, pero sólo se puede conseguir a través de la veena del cuerpo. Todavía no se le ha dado a este hecho la atención que merece.


El primer paso es el cuerpo y la atención adecuada hacia el cuerpo por parte del meditador. En este primer encuentro quie­ro hablaros sobre este tema.
Hay que entender algunas cosas.


Lo primero: el alma se conecta con el cuerpo en unos cen­tros determinados; nuestra energía vital procede de esas cone­xiones. El alma está íntimamente relacionada con esos centros; la energía vital fluye hacia el cuerpo desde esos centros.
El buscador que no es consciente de esos centros nunca será capaz de percibir el alma. Si os pregunto cuál es el centro más importante, cuál es el sitio más importante de vuestro cuerpo, probablemente señalaréis la cabeza.


La educación del hombre está muy equivocada, y ha he­cho que la cabeza sea la parte más importante del cuerpo hu­mano. La cabeza o el cerebro no es el centro más importante de energía vital del hombre. Es como preguntarle a una planta cuál es su parte más importante y vital. Como las flores están en el extremo más visible de la planta, la planta y todo el mundo di­rán que la parte más importante son las flores. Aunque las flores aparenten ser lo más importante, no lo son; lo más importante son las raíces, aunque no sean visibles.

En la planta del hombre, la mente es la flor y no la raíz. Las raíces van primero, las flores son lo último. Si ignoramos las raí­ces, las flores se marchitarán porque no tienen vida propia. Si cuidamos las raíces, automáticamente estaremos cuidando las flores; no necesitas hacer ningún esfuerzo especial para cuidar­las. Cuando observas una planta parece que las flores son la par­te más importante; del mismo modo, parece que la mente es la parte más importante del hombre. Pero la mente es lo último que se desarrolla en el cuerpo del hombre, no la raíz.


Mao Zedong escribió las memorias de su infancia:
-Cuando era pequeño -decía-, había un bello jardín cer­ca de la cabaña de mi madre. El jardín era tan bonito, tenía unas flores tan bellas, que la gente solía venir desde lugares muy le­janos para verlas. Después, mi madre envejeció y enfermó. No le preocupaba ni su enfermedad ni su edad. Su única preocupa­ción era qué le sucedería a su jardín.


Mao era joven. Le dijo a su madre:
-No te preocupes, yo cuidaré tu jardín.
Y Mao cuidó el jardín, trabajando de la mañana a la noche.
Al cabo de un mes su madre mejoró, y en cuanto pudo andar un poco se acercó al jardín. iAl ver el estado del jardín se disgustó! ¡El jardín estaba destrozado! Todas las plantas se habían secado. Todas las flores se habían marchitado y se habían caído. Se en­fadó mucho y le dijo a Mao:
-iIdiota! Estabas todo el día en el jardín. ¿Qué has hecho? Todas las flores se han estropeado. El jardín se ha marchitado. Las plantas están a punto de morirse. ¿Qué has estado haciendo?
Mao empezó a llorar. Él mismo estaba afligido. Había tra­bajado mucho todos los días, pero por alguna razón el jardín se había ido secando. Empezó a llorar y le dijo:
-Lo he cuidado mucho. Le daba un beso y le daba cariño a cada flor. Limpiaba el polvo de cada hoja, pero no sé qué ha pasado. Yo también estaba preocupado, pero las flores se iban marchitando, las hojas se iban secando y el jardín se ha ido mu­riendo.
Su madre se empezó a reír y le dijo:


-iEres idiota! iTodavía no sabes que la vida de las flores no está en las flores y que la vida de las hojas no está en las hojas!


La vida de una planta se halla en un sitio que no es obvio para nadie: está en las raíces escondidas bajo la tierra. Si no cui­damos las raíces es imposible cuidar las flores y las hojas. Por mu­cho que las beses, por mucho que las quieras, por mucho que les quites el polvo, la planta se marchitará. Pero si no nos preocupamos por las flores en absoluto y cuidamos las raíces, las flores se cuidarán a sí mismas. Las flores salen de las raíces, y no al revés.
Si le preguntamos a cualquier persona cuál es la parte más importante del cuerpo humano, inconscientemente su mano se­ñalará la cabeza y dirá que la cabeza es la parte más importan­te. Si es una mujer, entonces quizá señale el corazón y diga que el corazón es la parte más importante.


Ni la cabeza ni el corazón son las partes más importantes. Los hombres han hecho énfasis en la cabeza y las mujeres han hecho énfasis en el corazón, y la sociedad que está basada en esta combinación se va aniquilando día a día, porque ninguna de estas partes es la más importante del cuerpo humano; ambas son desarrollos reciente. Las raíces del hombre no están ahí.
¿Qué quiero decir con las raíces del hombre? Del mismo modo que las plantas tienen raíces en la tierra de donde extraen su energía vital, los fluidos vitales, y viven a través de ellas, de un modo similar, en algún lugar del cuerpo humano hay raíces que extraen la energía vital del alma. Gracias a esto, el cuerpo se mantiene vivo. El día que esas raíces se debiliten, el cuerpo em­pezará a morirse.


Las raíces de las plantas están en la tierra, las raíces del cuerpo humano están en el alma. Pero el hombre no está conectado con su energía vital ni a través de la cabeza ni a través del cora­zón; si no sabemos nada de estas raíces, nunca podremos formar parte del mundo de la meditación.
Entonces, ¿dónde están las raíces del hombre? Quizá no seas consciente de este lugar. Si desde hace miles de años ni si­quiera se le presta atención a las cosas sencillas y corrientes, éstas se olvidan. Un niño nace en el vientre de una madre y crece ahí. ¿A través de qué parte se conecta el niño con su madre? ¿A través de la cabeza o del corazón? No, se conecta a través del ombligo. El niño puede disponer de la energía vital de la madre a través del ombligo; el corazón y el cerebro se desarrollan más tarde. El niño está conectado con el cuerpo de su madre a través del ombligo. Desde ese punto se extienden las raíces hacia el cuerpo de su madre e igualmente en la dirección contraria, ha­cia su propio cuerpo.

El punto más importante del cuerpo humano es el ombli­go; después se desarrolla el corazón y después la mente. Son ramas que se desarrollan más tarde. Sobre estas ramas brotan las flores. Las flores de la sabiduría florecen en la mente, las flores del amor florecen en el corazón. Estas flores son las que nos fas­cinan, por eso creemos que son todo lo que hay. Pero las raíces del cuerpo humano y su energía vital se encuentran en el om­bligo. Ahí no brota ninguna flor. Las raíces son absolutamente in­visibles ni siquiera se pueden ver. Pero la degeneración que ha tenido lugar en la vida del ser humano en los últimos cinco mil años se debe a que hemos puesto el énfasis o bien en la mente o bien en el corazón. Incluso en el corazón hemos puesto muy poco énfasis; el mayor énfasis se ha puesto en la mente.

Desde la más tierna infancia la educación es una educación de la mente, en ninguna parte del mundo hay una educación del ombligo. Toda la educación es mental; por eso la mente, se va desarrollando cada vez más, mientras que nuestras raíces se van quedando cada vez más pequeñas. Cuidamos la mente porque las flores brotan ahí, de modo que va creciendo la mente mien­tras nuestras raíces van desapareciendo. La energía vital se va debilitando y nuestro contacto con el alma se debilita.


Poco a poco, hemos llegado hasta el punto en el que el hom­bre se pregunta: «¿Dónde está el alma? ¿Quién ha dicho que existe el alma? ¿Quién ha dicho que existe Dios? No hemos en­contrado nada». No encontraremos nada. No podrás encontrar nada. Si alguien busca por todo el cuerpo del árbol y pregunta: «¿Dónde están las raíces? No las encuentro», tendrá razón en lo que dice. En el árbol no podrás encontrar las raíces, y no tenemos ac­ceso al lugar donde se encuentran las raíces; no tenemos con­sciencia de ese lugar. Desde la más tierna infancia, sólo se educa y se forma la mente; de modo que nuestra atención se entram­pa y acaba enfocándose en la mente. Después, el resto de nues­tras vidas se desarrolla alrededor de la mente. Nuestra percepción nunca llega más abajo.


El viaje del meditador es hacia abajo, hacia las raíces. Hay que descender de la cabeza al corazón y del corazón hasta el ombligo. Sólo podemos entrar en el alma a través del ombligo; nunca lo conseguiremos si no llegamos ahí.


Normalmente, nuestra vida se desplaza desde el ombligo hacia la cabeza. Pero para el meditador es exactamente lo con­trario: tiene que descender desde la cabeza hasta el ombligo.
En estos tres días os estaré hablando y enseñando, paso a paso, cómo descender de la cabeza al corazón, y del corazón al ombligo; y después, cómo entrar en el alma desde el ombligo. Ahora es necesario decir algunas cosas sobre el cuerpo.


Lo primero que hay que entender es que el centro de la energía vital del hombre se halla en el ombligo. Sólo desde ahí adquiere vida el niño; sólo desde ahí empiezan a extenderse las ramas y sub-ramas de su vida; sólo desde ahí obtiene la energía; sólo desde ahí obtiene la vitalidad. Pero nunca prestamos aten­ción a ese centro de energía, a ese centro de vitalidad, ni siquie­ra un minuto. Nuestra atención no se dirige al sistema a través del cual llegamos a conocer ese centro de energía, ese centro de vi­talidad. En cambio, nuestra atención y nuestra educación se di­rigen al sistema que nos ayuda a olvidado. Este es el motivo de que nuestra educación sea errónea.
Nuestra educación está llevando al hombre, poco a poco, hacia la locura.


La mente por sí sola llevará al hombre hacia la locura.


¿Sabías que cuanto más culto es un país, mayor es el núme­ro de locos? Actualmente, Estados Unidos tiene el mayor nú­mero de locos. iSe pueden sentir orgullosos! Esta es la prueba de que Estados Unidos es el país más culto y más civilizado. Los psicólogos norteamericanos dicen que si este sistema continúa cien años más, será difícil encontrar a una persona cuerda en Es­tados Unidos. En estos momentos, la mente de tres de cada cua­tro personas está en una condición dudosa.


Solamente en Estados Unidos, diariamente hay tres millo­nes de personas que consultan a un psicoanalista. Poco a poco, en Estados Unidos va disminuyendo el número de médicos y aumentando el número de psicoanalistas. Los médicos también dicen que el ochenta por ciento de las enfermedades son pro­ducto de la mente y no del cuerpo. Y a medida que aumenta esta interpretación aumenta el porcentaje. Antes solían decir que el cuarenta por ciento, después decían el cincuenta por cien­to y ahora dicen que el ochenta por ciento de las enfermedades son mentales y no físicas. Y te puedo asegurar que dentro de veinte o veinticinco años dirán que el noventa y nueve por cien­to de las enfermedades son producto de la mente y no del cuer­po. Tendrán que hacerlo porque nuestra educación se centra en la mente. La mente se ha vuelto loca.


No tienes idea de lo delicada, lo frágil y lo sutil que es la mente. La mente del hombre es la máquina más delicada que hay en el mundo. iSe está imponiendo tanta tensión a esta má­quina que es un milagro que no se estropee del todo y se vuel­va loca! La mente carga con todo el peso de la vida, y no tene­mos ni idea de lo delicada que es la mente. Apenas intuimos lo finos y sensibles que son los nervios de la cabeza que tienen que transportar toda la carga, toda la ansiedad, todo el sufrimiento, toda la sabiduría, toda la educación..., todo el peso de la vida.
Quizá no sepas que en esta pequeña cabeza hay cerca de se­tenta millones de nervios.


Simplemente por el número te pue­des hacer una idea de lo pequeños que son. No hay ninguna má­quina ni ninguna planta tan delicada como ésta. El hecho de que haya setenta millones de nervios en esta pequeña cabeza muestra lo delicada que es. Hay tantos nervios en la cabeza de un hombre que si se colocaran uno a continuación del otro darían la vuelta completa al mundo.
En esta pequeña cabeza hay un mecanismo muy sutil, muy delicado. En los últimos cinco mil años toda la tensión de la vida se cargaba sólo sóbre este delicado cerebro. El resultado era de esperar. El resultado es que los nervios han empezado a colap­sarse, han empezado a desvariar, a volverse locos.


La carga de los pensamientos no puede llevar al hombre a otro lugar más que la locura. Toda nuestra energía vital ha em­pezado a girar en torno a la mente.
El meditador tiene que profundizar en su energa vital, tiene que llevarla hacia abajo, hacia el centro, tiene que hacerla regresar. ¿Cómo puede hacerla regresar? Para entender esto tenemos que entender algo sobre el cuerpo: este es el primer paso.
No vemos el cuerpo como un vehículo para el viaje espiri­tual, como un templo de lo divino o como un instrumento para descubrir el centro de la vida. Vemos el cuerpo o bien desde el punto de vista de la indulgencia, o del de la renunciación, pero las dos perspectivas están equivocadas.
El camino hacia cualquier cosa importante en la vida y hacia cualquier cosa que valga la pena alcanzar está en el cuerpo y va a través del cuerpo.


El cuerpo debería ser aceptado como si fuese un templo, como un camino espiritual, y mientras nuestra actitud no sea ésta, seremos indulgentes o estaremos renunciando. En ambos casos nuestrá actitud hacia el cuerpo no es buena ni es equili­brada.

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