"La esencia de la grandeza radíca en la capacidad de la realización personal propia en circunstancias en las que otros optan por la locura." - Dr. Wayne W. Dyer

Enrique Barrios - Nuevo Orden Mundial

por Enrique Barrios

Cuando un perro es castigado por períodos prolongados enloquece, se transforma en una peligrosa fiera dispuesta a destrozar a quien pase cerca. Así de grande fue su terror, su dolor, su trauma; su contacto con la maldad.


La humanidad en algún momento de su historia, mínimo quince mil años atrás, según algunos indicios, tuvo algo así como un "trauma psicológico", o más bien un "accidente espiritual" producto de acontecimientos terribles, tanto, que el hombre se trastornó, perdió contacto con la realidad, enloqueció.

No se sabe con claridad la causa, pero a partir de allí, el hombre comenzó a sentir terror ante el hombre, y el mismo miedo lo transformó en el peor asesino del hombre, en su verdugo, en su más temida y temible pesadilla; en lugar de ser su aliado, su igual, como sucede espontáneamente entre los miembros de las especies más evolucionadas.

La idea de que el hombre no está en sus cabales podrá parecer extraña, sin embargo, ella está en la base de las tres grandes religiones de Occidente; cristianismo, islamismo y judaísmo.

Es la idea del pecado original, y la consecuente caída del Paraíso.
Es también Atlántida y Babel.
Y aquí estamos...


Deformados por dentro, locos, endemoniados.

¿O sino cómo explicar tanta crueldad, tantos milenios, tanta falta de la más elemental lógica?
Como si no hubiesen bastado los millones de crímenes, torturas, vejámenes y explotación en contra del hombre durante milenios, ahora el hombre invierte febrilmente su sangre, su inteligencia, sus recursos, en nuevas y más eficaces formas de destruir al hombre, masivamente esta vez, de ser posible, gracias a las grandes conquistas científicas de la inteligencia humana...

Mientras otros hombres, débiles, se mueren de hambre y necesidad en un mundo de estructuras creadas desde la falta de lucidez, desde la locura que hace ver al hermano como enemigo, y por lo tanto como criatura despreciable, exprimible, aniquilable, "mercanciable".
Y el jardín terrenal del hombre se marchita en una acelerada destrucción, provocada por el hombre...

Locura, milenaria perturbación mental.

¿Está todavía a tiempo de sobrevivir como especie? Tendría el hombre que pensar en reorganizarse a nivel mundial, antes de que sea demasiado tarde; tendría que crear una historia nueva, pero... ¿qué sistema podría usar para poder vivir como entre hermanos y no guerrear más, para cooperar en lugar de competir? ¿Capitalismo? ¿Socialismo? ¿Qué sistema debe usar el hombre para reorganizarse a nivel planetario, de manera que todos estén bien, y que nadie más vuelva a tener miedo del hombre?

Eso no lo puede saber el hombre desde su estado de locura actual, obviamente.
Cualquier cosa que desde aquí se nos ocurra, siempre será producto de nuestra deformación fundamental.

Por ello, para saber cómo reorganizarnos adecuadamente, en primer lugar tenemos que salir de nuestra locura, entrar en una forma de consciencia diferente de la que ha creado a esta mal llamada civilización, porque una civilización mejor sólo puede ser concebida y creada desde un nivel de consciencia más elevado.

¿Y qué significa más elevado? ¿Elevado qué con respecto a qué?

Al Amor.


"Evolucionar significa acercarse al Amor" (Ami).

Un nivel de consciencia más elevado, entonces, implica una conducta más coherente con la Fuerza Amor, con Dios Amor, con el Amor de Dios o como podamos o queramos llamar a esa fuerza que hace latir nuestro corazón, nos da la vida, y nos hace distinguir entre bien y mal (cuando no estamos locos).

Conseguir el nivel de consciencia que nos capacite para ver a rasgos generales cómo debería reorganizarse la humanidad, en teoría no debería ser difícil, porque no se trata de adquirir un saber nuevo, sino de dejar de lado el saber viejo en nosotros, lo falso, lo que es producto de la deformación, los prejuicios, las soberbias, los miedos, las viejas ideologías y creencias, y permitir que fluya desde dentro de nosotros lo natural, lo que es verdadero, lo que nace de la esencia, de la Fuerza Amor, de nuestro ser más profundo.

Desde allí podremos ver con claridad lo que es mejor para nosotros mismos y para el destino de nuestra especie. Y desde allí recordaremos que las demás especies que existen en este mundo no han necesitado inventar sistemas sociales ni políticos para sobrevivir durante millones de años. Tampoco el hombre antes de su caída.

¿Cómo se han guiado entonces?

Siguiendo los dictados de la naturaleza, nada más; dejándose guiar por ella.

Sólo el ser humano se ha desligado de la inteligencia de la naturaleza, se ha salido del Universo verdadero y ha entrado en una pesadilla creada por él mismo, en una fea alucinación en la que ve enemigos y demonios por todas partes.

El resultado de su demencia es esta incoherente civilización, que se está yendo a pique, dicho sea de paso.

Si quiere tener futuro, el hombre debe salir de esa locura en primer lugar, de esas alucinaciones, y sólo cuando lo haga podrá pensar acertadamente en cómo crear una nueva civilización, buena y benigna para todos los seres humanos y para todo nuestro sistema ecológico.

Y lo mismo se aplica a nivel individual, porque no podemos ver las grandes señales, las grandes enseñanzas que la sabiduría universal va poniendo delante de nuestros adormecidos ojos constantemente, no podemos verlas porque estamos locos, porque estamos sumidos en nuestra mente sin control, divagando de un pensamiento a otro, saltando de una inconsciente emoción a otra, de una imaginación a otra.

Y las grandes lecciones de la vida, las luces para nuestro camino individual o colectivo necesitan que estemos con la mente tranquila, que estemos "presentes", que estemos conscientes, no divagando, para poder ser vistas, comprendidas y atesoradas.

Osho: El libro del Hara, segundo capitulo, segunda parte


Hay otras fuentes de energía vital invisibles que nos alcan­zan de este modo: manejan nuestras vidas constantemente. No sólo el sol, no sólo la luna, no sólo las estrellas en el cielo; la vida misma tiene un flujo de energía que no se ve en ninguna parte pero que nos afecta continuamente y maneja nuestros centros. Cuanto más receptivo es nuestro centro, mayor es la influencia en nuestras vidas de esta energía. Cuanto menos receptivo es nuestro centro, menos posibilidades tendrá esta energía de afec­tarnos.

Sale el sol, florecen las flores, pero si levantamos un muro al­rededor de la flor y no le llega la luz del sol, entonces la flor no florecerá, se marchitará. Encerrada entre cuatro paredes la flor se marchitará. El sol no puede entrar a la fuerza y abrir la flor. La flor tiene que desearlo, tiene que estar dispuesta. La flor tiene que darle la oportunidad al sol de llegar y abrirla.

El sol no puede estar buscando una sola flor, buscando la flor que está escondida detrás de un muro para poder llegar hasta ella. El sol ni siquiera sabe nada de las flores. Es un proceso vital absolutamente inconsciente: sale el sol, florecen las flores. Si la flor está encerrada tras una pared no florecerá, se marchitará y morirá.

La energía vital fluye en todas las direcciones, pero aquellas personas cuyos centros del ombligo no estén abiertos estarán pri­vadas de ese flujo. Ni siquiera sabrán que existe. Ni siquiera se da­rán cuenta de que esa energía estaba ahí y les podía haber in­fluido, que había algo escondido dentro de ellos que se podía haber abierto. Ni siquiera se darán cuenta de esto. El floreci­miento del ombligo, que desde la antigüedad ha recibido el nom­bre de flor de loto porque tiene la posibilidad de abrirse, una energía vital lo puede abrir. Es necesario que haya cierta prepa­ración para ello. Para ello, nuestro centro debería estar disponible al cielo abierto y deberíamos darle nuestra atención. Entonces, la energía vital que estaba a nuestra disposición puede alcanzar el centro del ombligo y darle vida. Ya os he contado varias cosas acerca de esto esta mañana.

¿Cómo es posible, cómo se puede conseguir que este cen­tro de tu vida se convierta en una radiante flor para que puedan conectarse con él los ríos invisibles de energía que hay a su alrededor? ¿De qué modo va a suceder esto? Se me han ocurrido varias cosas de las que os quiero hablar ahora por la noche para que mañana podamos hablar del segundo tema.

El primer tema es tu respiración... Cuanto más profunda es, más capaz serás de actuar sobre tu ombligo y desarrollarlo. Pero no tienes ni idea de esto. Ni siquiera sabes lo mucho o lo poco que respiras, ni cuánto necesitas respirar. Cuanto más te preo­cupas, más te llenas de pensamientos. Probablemente, no seas consciente de que cuanto más cargada está tu mente, más pe­queño es el flujo de tu respiración; éste se obstruye.

¿Alguna vez has observado que la respiración tiene un rit­mo cuando estás enfadado y otro diferente cuando estás tran­quilo? ¿Has observado alguna vez que cuando tienes un deseo sexual intenso en la mente, la respiración tiene un ritmo deter­minado, pero cuando la mente está llena de hermosos senti­mientos la respiración tiene otro ritmo? ¿Has observado alguna vez que la respiración de una persona enferma tiene un ritmo di­ferente al de una persona sana? El flujo de la respiración cambia en cada momento según el estado de tu mente.

También es cierto lo contrario: si el flujo de tu respiración es armonioso, cambiará tu estado mental. O bien cambias la mente y cambia tu respiración, o bien cambias la respiración y eso afecta a tu mente.

La respiración rítmica es el primer paso para alguien que quiere desarrollar e influenciar sus centros vitales. Mientras está sentado, andando o moviéndose, su respiración debería ser tan armoniosa, tan tranquila y tan profunda que debería ser capaz de experimentar una música diferente, una armonía diferente a la de la respiración cotidiana. Si estás andando por la calle sin hacer nada, te sentirás muy dichoso. Si respiras profundamente, tus pensamientos irán disminuyendo, casi no tendrás pensa­mientos. Si la respiración es absolutamente regular desaparece­rán incluso los pensamientos de la mente. La respiración afecta profundamente y en un alto grado a los pensamientos de la men­te. No cuesta nada respirar correctamente y no necesitas em­plear un tiempo extra en respirar correctamente. Mientras estás sentado en un tren, caminando por la calle o sentado en casa, si continúas con el proceso de respirar profunda y tranquilamen­te, al cabo de unos días este proceso se habrá vuelto espontá­neo. Ni siquiera serás consciente de ello: espontáneamente, la respiración transcurrirá de una forma profunda y lenta. Cuanto más profundo y lento es el flujo de la respiración, más se desarrollará tu centro del ombligo. Cada vez que respiras, la respiración llega hasta el ombligo. Si la respiración entra y sale más arriba del centro del ombligo, este centro se va haciendo vago, se va debilitando porque la respiración no le llega.

Los hombres de la antigüedad descubrieron algunas claves, una fórmula para respirar. Pero el hombre es tan poco inteli­gente que empieza a repetir las fórmulas sin darse cuenta de su significado, sin comprenderlas. Es como cuando los científicos descubrieron la fórmula del agua, H20. Dicen que combinando hidrógeno y oxígeno obtenemos agua. Dos átomos de hidróge­no y un átomo de oxígeno crean la fórmula del H2o. Pero si al­guien empieza a repetir «H20, H20» del mismo modo que la gente repite «Ram, Ram, aum, aum» dirán que está loco, por­que ¿qué puede suceder por repetir una fórmula? La fórmula es una indicación de algo. Si comprendes de lo que se trata, en­tonces la fórmula tiene sentido.

A menudo puedes escuchar a la gente repitiendo el soni­do aum. No saben que aum es una fórmula como H20. Aum tiene tres letras. Son la «a», la «u» y la «m». Quizá no te hayas dado cuenta de que si cierras la boca y pronuncias en alto «aa» en tu interior notarás cómo resuena en tu cabeza el sonido «a». «A» indica el centro de la cabeza. Si pronuncias «u» en tu in­terior, sentirás cómo resuena dentro de tu corazón el sonido «u». «U» indica el corazón. Y si pronuncias «m» en tu interior, la tercera parte de aum, sentirás que resuena cerca de tu om­bligo. «A», «u» y «m» son tres sonidos que indican el sonido de la cabeza, el corazón y el ombligo. Si pronuncias «m», sentirás la fuerza del sonido en el ombligo. Si pronuncias «u», sentirás la fuer­za en el corazón. Si pronuncias «a», resonará en tu cabeza y des­aparecerá.

Esta es la fórmula. Tienes que ir de la «a» a la «u» y de la «u» a la «m». Si únicamente repites aum no pasará nada. Estos pro­cesos que nos llevan de la «a» a la «u» y de la «u> a la «m» son los procesos a los que hay que prestar atención. El primer proceso es la respiración profunda. Cuanto más profunda y armoniosa es la respiración, más sintonizada estará y más aumentará la ener­gía vital en tu interior; se empezará a radiar desde tu ombligo, el cual se convertirá en un centro vivo.

Al cabo de algunos días empezarás a sentir que hay una energía que fluye de tu ombligo, y también sentirás que hay una ener­gía que entra. Sentirás cómo, cerca de tu ombligo, empieza a de­sarrollarse un centro vivo y dinámico. En cuanto sientas esto, empezarás atener muchas otras experiencias en torno a este centro.

Fisiológicamente, para desarrollar el centro del ombligo lo primero es la respiración. Psicológicamente, hay determinadas cualidades que ayudarán a su desarrollo. Esta mañana os he ha­blado sobre la ausencia de miedo. Cuanto más miedosa es una persona, menos cerca está de alcanzar el centro del ombligo. Cuanto menos miedosa es una persona, más cerca está de al­canzar el ombligo.

En la educación de los niños, mi sugerencia básica es que nunca habría que decirle a un niño, ni siquiera por equivoca­ción, que no debería salir a la calle porque está oscuro. No os dais cuenta de que estáis perjudicando su centro del ombligo para siempre. No dudes en decirles a los niños que vayan a todos los lugares oscuros; dile que la oscuridad les está llamando. Si el río está rebosando no le digas a los niños que no salten al agua; no sabes que el niño que se atreve a meterse en un río crecido está desarrollando su centro del ombligo. El centro del ombligo de un niño que no se mete en el río se vuelve débil y frágil. Si los niños quieren subir montañas, déjales. Si los niños quieren trepar a los árboles, déjales. Déjales ir a donde puedan experimentar aventuras y valentía. Aunque todos los años mueran algunos niños escalando montañas, saltando a los ríos o trepando a los ár­boles, esto no tiene importancia. Porque si todos los niños de una comunidad se vuelven miedosos y empiezan a no ser va­lientes, entonces, aunque toda la comunidad esté aparentemen­te viva, en realidad estará muerta.

En India hemos tenido esta desgracia. Hablamos mucho so­bre religión, pero no sabemos nada sobre la valentía. No sabemos que sin valentía no hay religión, porque sin valentía no se desarro­lla el elemento básico de la vida. Es necesario ser valiente, tan va­liente como para ser capaz de enfrentarnos a la muerte. iEn In­dia se habla mucho de religión pero nuestro miedo a la muerte no tiene límites! En realidad debería ser al contrario; las perso­nas que conocen el alma, que reconocen el alma, no deberían te­ner ningún miedo a la muerte, porque la muerte no existe. Pero mientras hablas mucho del alma tienes mucho miedo a la muer­te, un inmenso miedo.

Probablemente, hablas del alma porque tienes miedo a la muerte. Al hablar del alma te consuelas con que no te vas a morir, con que el alma es inmortal. Probablemente, es por causa de este miedo que hablas del alma, esta puede ser la explicación. Habría que desarrollar la valentía. Habría que de­sarrollar una inmensa valentía. Siempre que haya oportuni­dades en la vida de enfrentar el miedo habría que darle la bienvenida.

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