"La esencia de la grandeza radíca en la capacidad de la realización personal propia en circunstancias en las que otros optan por la locura." - Dr. Wayne W. Dyer

Osho: El libro del Hara, segundo capitulo, tercera parte


Alguien le preguntó a Nietzsche en una ocasión: ¿Cómo podemos desarrollar nuestra personalidad?

Él respondió con una máxima muy peculiar que no habrías esperado como respuesta. Dijo: iVive peligrosamente! Si quie­res desarrollar tu personalidad, vive peligrosamente.

Pero crees que cuanta más seguridad tienes mejor te van las cosas: con un buen saldo en el banco, con una casa, con po­licía y militares, no existe el miedo... Con todo esto puedes vi­vir una vida tranquila. No te das cuenta de que con todas estas medidas y comodidades estás casi muerto. Ya no tiene sentido vi­vir, porque el único sentido de la vida es vivirla peligrosamente. La vida no tiene ningún otro sentido. Los cadáveres están abso­lutamente seguros porque ya no se pueden ni morir. Nadie les puede matar, sus tumbas son absolutamente seguras.

Un emperador construyó un palacio. Por motivos de segu­ridad sólo hizo una puerta en el palacio. El emperador colin­dante vino a verlo. Le gustó mucho y dijo:

-Yo también voy a construir un palacio como éste. "Es muy seguro. No puede entrar ningún enemigo -sólo tenía una puer­ta y ésta tenía muchas medidas de seguridad.


Cuando el emperador se marchó, el anfitrión salió a despe­dirle y se reunió una gran multitud. Mientras se marchaba, el emperador le dijo:

-Estoy muy contento. Yo también voy a construir un pa­lacio como éste.

Había un anciano sentado a su lado que se empezó a reír. El emperador le preguntó:
-¿De qué te estás riendo?
El anciano dijo:

-iSi construyes un palacio así, no cometas el mismo error!
-¿Qué error? -preguntó el emperador.
-No pongas ni una sola puerta. Tapia todas las puertas. En­tonces estarás absolutamente
seguro -contestó el anciano.

El emperador dijo:
-Entonces se convertirá en una tumba.

El anciano dijo:

-Este palacio también se ha convertido en una tumba. Siempre que sólo haya una puerta y tantas medidas de seguridad, siempre que no existe ningún peligro, estás en una tumba.

Crees que la falta de miedo es valentía: eso es un error. La valentía no es la falta de miedo. En la presencia del miedo, la valentía es algo completamente distinto que sucede en tu in­terior. No es la ausencia de miedo. La valentía es la presencia absoluta del miedo, con el coraje de enfrentarte a él. Pero tu vida es tal que esto no se desarrolla.

Lo que yo os sugiero es que rezando en los templos no vais a acercaros más a lo divino. Pero si vais cuando las aventuras de la vida y la valentía os están invitando, cuando los peligros os están llamando, sin duda llegaréis a estar más cerca de lo divino. Cuan­do hay peligro, cuando hay inseguridad, el centro que está oculto en vuestro interior se despierta y está vigilante. Cuando hay peli­gro, cuando hay inseguridad, este centro siente un desafío, y en esta situación se puede desarrollar el centro del ombligo.

Antiguamente, los sannyasins aceptaban esta inseguridad. Abandonaban sus casas pero no porque la casa estuviese mal. Después, la gente estúpida empezó a pensar que los sannyasins abandonaban sus casas porque no estaban bien, abandonaban a sus mujeres y a sus hijos porque eran una atadura. Esta idea es errónea. El sannyasin simplemente quería renunciar a la seguri­dad. Quería entrar en un estado de inseguridad, donde no tuviese apoyo, amigos, conocidos, nadie que pudiese llamar suyo. Siempre que hubiese enfermedad, muerte, peligro, pobreza, quería entrar en este estado de inseguridad. Cualquier persona que es­cogiese la inseguridad era un sannyasin.

Más tarde los sannyasins crearon a su alrededor mucha se­guridad, ¡más de la que tenía la gente que vivía en sociedad! La persona que vive en sociedad tiene que ganarse la vida, pero un sannyasin no: tiene incluso más seguridad. Lo recibe todo: re­cibe su ropa, recibe un lugar donde vivir, no tiene que privarse de nada. La única diferencia es que ni siquiera tiene que ga­nárselo. La dificultad e inseguridad de ganar dinero también se ha terminado. Hay otra persona que se ocupa de eso para él, siempre habrá una persona u otra que se ocupe de eso. De modo que un sannyasin es como una persona atada a un poste, por eso no puede ser valiente. Un sannyasin es como una per­sona sin fuerza en esta vida, ni siquiera puede demostrar un poco de valentía.

Un sannyasin dice: “soy jainista”; otro sannyasin dice: «Soy hinduista»; otro sannyasin dice: «Soy musulmán». ¿Acaso un sannyasin puede ser hinduista, jainista o musulmán? El sannya­sin pertenece a todo el mundo. Pero tiene miedo de decir: «Per­tenezco a todo el mundo», porque si lo dice puede significar que un sannyasin no pertenece a nadie. Entonces los que le están alimentando y construyendo casas para él quizá ya no sean tan amigables. Dirán: «No nos perteneces. Perteneces a todo el mun­do, así que vete con todo el mundo. Sólo nos ocuparemos de ti si eres un monje musulmán. Nosotros somos musulmanes, "de modo que sólo nos ocuparemos de los monjes musulmanes”. Entonces el monje dirá «Soy musulmán», o dirá: «Soy hindú». Esto es buscar la seguridad. Esto es buscar una nueva casa: han dejado su antigua casa pero ahora quieren una nueva casa.

Actualmente, la situación es que los listos, los que quieren tener una buena casa, ino construyen una casa sino que se hacen sannyasins! Le dicen a los demás: «No eres sabio, construye tu propia casa. iEstás cometiendo pecados y puedes ir al infierno!», y consiguen que estas personas les construyan una casa, viven en ella, disfrutan con la idea de ir al cielo, acumulan virtudes y se ahorran todos los problemas de la vida. Los sannyasins han creado su propia seguridad.

Pero fundamentalmente el significado de sannyas es el de­seo de vivir en peligro. Básicamente, significa que no tienes co­bijo, compañero ni seguridad acerca del mañana.

Jesús estaba pasando al lado de un jardín. Le dijo a sus ami­gos: «¿Veis las flores que han florecido en ese jardín? No saben si mañana saldrá el sol o no. No saben si mañana tendrán agua o no, pero hoy han brotado llenas de alegría».

Sólo el hombre hace planes de hoy para mañana y después hace planes para pasado mañana. Hay gente que planea cómo deberá ser su tumba. Los que se consideran sabios construirán monumentos de antemano donde guardar su cuerpo muerto.

Todos hacéis planes y os olvidáis completamente de que cuando una persona hace planes para el mañana, mientras hace esos planes está matando el presente. Y mañana volverá a hacer planes para el día siguiente y volverá a matar ese día. Cada día hará planes para el día siguiente y volverá a matar el día de hoy. Sólo existe el presente. El mañana no llega nunca: siempre que llega ya es hoy. Mata el hoy por el mañana.

Esta es la naturaleza de la mente que busca seguridad: mata el hoy por el mañana. La mente sacrifica el presente por el fu­turo. Y el futuro nunca llega. Mañana nunca llega. Finalmente, se da cuenta de que se le ha escapado la vida de entre las manos.

La persona que se atreve a vivir el hoy y no se preocupa del mañana está viviendo peligrosamente, porque mañana qui­zá haya peligro. No tiene ninguna garantía de nada. Quizá la es­posa que hoy es amorosa mañana no lo sea; quizá el marido que hoy es amoroso mañana no lo sea. No tiene ninguna garantía sobre el mañana. Hoy tiene dinero, mañana quizá no tenga nada; hoy tiene ropa, mañana quizá no tenga ropa. Si la persona que acepta totalmente su inseguridad sobre el mañana y espera al mañana afronta lo que traiga el mañana, entonces se empezará a desarrollar lo que denomino su centro del ombligo. En su in­terior habrá un poder, una energía, una potencia. En su interior surgirá una base parecida a un pilar de valentía sobre la que pue­da desarrollarse su vida.

A nivel físico es necesaria la respiración, y a nivel psicológico es necesaria la valentía. Para el desarrollo del centro del ombli­go son básicamente necesarias estas dos cosas. Si hay algo más, o si tenéis alguna pregunta relacionada con esto, os hablaré de ello esta noche. Pero antes de concluir esta sesión tengo que de­ciros una cosa más.
En Japón, hace setecientos u ochocientos años intentaron crear un tipo de persona diferente: lo denominaron samuray. Era un monje pero también un guerrero. Es muy extraño, ¿qué relación hay entre un monje y un guerrero? Los templos de Ja­pón son muy extraños. En esos templos enseñan meditación pero también enseñan jujitsu y judo, así como las artes de lucha, esgri­ma y tiro de arco. Si fuéramos allí y lo viéramos, inos asombraría­mos! ¿Qué necesidad hay de usar una espada en un templo de me­ditación? ¿Y qué tiene que ver la enseñanza del judo, el jujitsu y la lucha con la meditación? Delante de los templos de meditación hay símbolos de espadas. Es un caso muy extraño.

Pero había un motivo: en Japón los meditadores se fueron dando cuenta de que si en la vida de un buscador no hay ninguna posibilidad de desarrollar la valentía y la fuerza, ese buscador sólo desarrollará la mente; sus centros más profundos no se de­sarrollarán. Sólo puede convertirse en un erudito, pero nunca se convertirá en un santo. Podrá convertirse en una persona su­puestamente culta. Podrá conocer el Gita, el Corán, la Biblia y los Upanishads, podrá aprenderlos de memoria como un loro -esto es posible-, pero no tendrá experiencia de la vida. Así que el meditador aprendió a usar la espada, el arco y la flecha.

Recientemente, uno de mis amigos regresó de Japón. Al­guien le había regalado una estatua y estaba muy preocupado, porque no entendía de qué tipo de estatua se trataba. Al regre­sar vino a verme con la estatua y dijo:

-Alguien me ha obsequiado con esta estatua, y la he traí­do porque no hago más que preguntarme qué clase de estatua es.

¿Qué significa?
Era una estatua de un guerrero samurai.

Le dije:

-No lo entiendes porque hace miles de años que hemos creado un malentendido.
Era la estatua de un guerrero con una espada en la mano. El lado de la cara que coincidía con la mano que sujetaba la espa­da brillaba con el reflejo de la espada. Ese lado de la cara se pa­recía a la de Arjuna. En la otra mano sujetaba una lámpara, la luz de la lámpara le iluminaba el otro lado de la cara: este lado de la cara se parecía a la cara de Buda, Mahavira o Cristo. En una mano tenía una espada y en la otra tenía una lámpara. No con­sigues entenderlo porque crees que o bien debería tener una es­pada en la mano o bien una lámpara. ¿Un hombre puede tener las dos cosas en sus manos?
Mi amigo no podía entenderlo.

Estoy muy confundido -me dijo-. ¿De qué se trata?

Le expliqué que la lámpara sólo puede estar en la mano de una persona que también tiene una espada brillante en la otra. Para esa persona, no se trata de usar la espada; sólo las perso­nas débiles, las personas miedosas, usan una espada. Una per­sona cuya vida se ha vuelto como una espada no necesita usar­la, no tiene necesidad de usarla porque toda su vida es una espada.

Por tanto, no creas que porque una persona tenga una es­pada en la mano significa que la vaya a usar, que vaya a herir o a matar a alguien. Una persona sólo mata cuando tiene miedo de que le vayan a matar a él; si no, nunca mataría. Una persona vio­lenta es una persona realmente miedosa. En realidad, la espada sólo puede estar en manos de una persona no violenta. De hecho, una persona sólo puede ser no violenta cuando él mismo se ha convertido en una espada; si no, no.

La lámpara de la paz sólo benerará al hombre en cuyo ser ha nacido una espada de valentia, en cuyo ser ha nacido una espada de energía y fortaleza.
Por una parte, la personalidad debería estar cargada de fuer­za absoluta, y por otra, de paz absoluta: sólo así podrá surgir una personalidad íntegra, una totalidad.

Hasta ahora ha habido en el mundo dos tipos de situaciones. O bien ha habido gente que ha tenido lámparas en la mano y se han vuelto absolutamente débiles: si alguien les apagaba la lám­para, ni siquiera eran capaces de impedírselo o de preguntar por­qué lo hacía. Simplemente pensaban: «Cuando este tipo se haya ido volveré a encender la lámpara, y si no se va, nos quedaremos en la oscuridad; si de todas formas da lo mismo, ¿para qué me voy a molestar en resistirme?». Por un lado, en una de las situa­ciones hay gente que tiene una lámpara en la mano pero no tie­ne poder para protegerla.

India se ha convertido en uno de esos países débiles. Se ha convertido en un país débil porque no hemos desarrollado los auténticos centros de nuestra energía vital. Nos hemos quedado en la mente, aprendiéndonos de memoria el Gíta, los Upaníshads y las palabras de Mahavira, y comentándolos. El maestro y el discípulo se sientan a hablar sobre miles de cosas inútiles que no tienen ninguna relación con la vida. Nuestro país, toda nuestra raza se ha debilitado, no tiene fuerza. Se ha vuelto "impotente.

Por otra parte, hay gente a la que simplemente le dejó de in­teresar la lámpara, empuñaron la espada y empezaron a usarla. Entonces, como no tenían una lámpara, no podían ver a quién es­taban matando en la oscuridad. No sabían si estaban matando a los suyos o a otra gente. Pero seguían matando, y si alguien les ha­blaba de encender la lámpara, decían: «Deja de decir tonterías. El tiempo que vamos a perder encendiendo la lámpara lo po­demos aprovechar usando la espada. Y además, con el metal que usaríamos para hacer una lámpara, podemos fabricar otra espa­da, ¿para qué gastar todo ese aceite y todo ese metal? En la vida sólo es necesaria la espada».

En Occidente, la gente usa su espada en la oscuridad, y en Oriente todos están sentados con la lámpara pero no tienen es­pada. Ambos están llorando. Todo el mundo está llorando. Todavía no ha nacido el hombre correcto; el hombre correcto es a la vez una espada viva y una lámpara de la paz. Sólo puedo de­cir que una persona es religiosa cuando han surgido en él ambas cosas.

Hoy hemos hablado sobre estos primeros puntos. Está bien que os surjan muchas preguntas sobre este tema; debería ser así.

Nota: Si alguien tiene preguntas, dudas o algo para comentar háganlo y serán respondidas y charladas entre todos! Guerrero!

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