"La esencia de la grandeza radíca en la capacidad de la realización personal propia en circunstancias en las que otros optan por la locura." - Dr. Wayne W. Dyer

Osho: El libro del Hara, cuarto capitulo, segunda parte


Había una vez un emperador. Todos los días solía refugiar­se en una habitación en medio de su palacio. Su familia, los que vivían en su casa, sus amigos y sus ministros estaban sorprendidos por esta costumbre. Siempre llevaba consigo la llave de esa habitación y cuando entraba ahí se cerraba por dentro. La habi­tación sólo tenía una puerta y no tenía ni una sola ventana. En un espacio de veinticuatro horas solía pasar al menos una hora metido en esa habitación.

Ni siquiera sus mujeres sabían lo que había en la habita­ción porque él nunca se lo había contado a nadie. Si alguien se lo preguntaba, él sonreía y se quedaba callado, pero no le daba la llave a nadie. Todo el mundo estaba intrigado y su curiosidad iba aumentando cada día-¿qué hace ahí?-, nadie lo sabía. So­lía quedarse en la habitación una hora, después salía tranquilamente, se guardaba la llave en el bolsillo y al día siguiente volvía a hacer lo mismo. La curiosidad de la gente llegó hasta tal ex­tremo que se pusieron a conspirar unos con otros para descubrir lo que hacía. Sus ministros, sus esposas, sus hijos y sus hijas for­maban parte de esta Conspiración.

Una noche hicieron un agujero en la pared para poder ver lo que hiciera la próxima vez que fuese allí. Al día siguiente, cuando el emperador entró en la habitación, uno por uno, mi­raron a hurtadillas por el agujero. Todos los que miraban por el agujero se apartaban inmediatamente y decían:

-¿Qué está haciendo? ¿Qué está haciendo?
Pero nadie era capaz de decir lo que estaba haciendo.
El emperador entró en la habitación y se quitó toda la ropa.
Después extendió sus manos hacia el cielo y dijo:
-iOh, Dios! La persona que lleva esta ropa no soy yo. Esa no es mi realidad; esta es mi realidad y empezó a saltar, a gritar y a lanzar improperios como si estuviese loco.
Todos los que miraban por el agujero inmediatamente se apartaban escandalizados y decían:
-¿Qué está haciendo nuestro emperador? Creíamos que hacia yoga o rezaba unas oraciones. iPero esto! ¿Qué está haciendo?

El emperador le dijo a Dios:
-El ser tranquilo y pacífico que estaba vestido delante de ti es absolutamente falso. Es un hombre educado. Lo he hecho así por medio de mi esfuerzo. En realidad yo soy esto. Ésta es mi realidad, ésta es mi desnudez y ésta es mi locura. Es mejor que aceptes mi realidad, porque puedo engañar a la gente, pero, ¿cómo te vaya engañar a ti? Vistiéndome con ropa puedo hacer creer a la gente que no estoy desnudo, pero tú sabes muy bien que estoy desnudo. ¿Cómo te voy a engañar? Puedo hacer creer a la gente que soy tranquilo y silencioso pero en el fondo tú me conoces. ¿Cómo puedo engañarte a ti? A tus ojos sólo soy un loco.

A los ojos de Dios todos estamos locos. En realidad, dejan­do a Dios a un lado, si miramos en nuestro interior parecere­mos locos incluso a nuestros propios ojos. Nuestras mentes es­tán absolutamente confusas, nunca hemos prestado atención a este problema y por eso no hemos desarrollado ningún método para poder abordarlo.

En primer lugar, debes encontrarte directamente con la mente. Pero para que este encuentro se produzca debes enten­der primero dos o tres cuestiones. Después podrás pensar en cómo se puede cambiar la mente.

Para encontrarte directamente con la mente debes abando­nar primero todos tus temores de conocerte. ¿Por qué temes co­nocerte? Este temor puede ser tal vez que seas una mala perso­na. Este temor es que quizá descubras que eres una mala persona después de haber cultivado la imagen de ser una bue­na persona. Aparentas ser una buena persona, eres piadoso, eres inocente, eres auténtico, eres sincero. Tu miedo se debe a que quizá te des cuenta de que por dentro no eres auténtico, sino falso. Tienes miedo de descubrir que no eres religioso, eres complicado, astuto, hipócrita y poco virtuoso. El miedo parte de que tu imagen -lo que crees que eres- podría resultar ser falsa.

La persona a la que le asusta esto nunca podrá enfrentarse a la mente. Es muy fácil irse al bosque, es fácil irse a la oscuridad, es fácil sentarse frente a los animales salvajes y no tener miedo, pero es muy difícil sentarse y no tener miedo al hombre salvaje que está escondido en tu interior. Es muy complicado. No es nada difícil estar bajo el sol durante años, cualquier idiota lo puede hacer; no es difícil estar cabeza abajo, cualquier idiota puede aprender todos esos trucos circenses; y no es muy difícil acos­tarte encima de las púas, la piel se adapta a las púas muy depri­sa. Si hay algo realmente arduo es encontrar el coraje de tener una experiencia directa de lo que eres por dentro, ya seas bue­no o malo, como quiera que seas.

Así que lo primero es perder el miedo y estar listo para ver­te a ti mismo con valentía. Quien no tiene esta valentía se en­cuentra en un aprieto. Te interesa alcanzar el alma, te interesa conocer la existencia, pero no tienes el valor de tener un encuentro sencillo y directo contigo mismo. El alma y la existencia están muy lejos; la primera realidad es tu mente. La primera realidad es el centro de los pensamientos con el que tienes una relación muy estrecha: primero tienes que verlo, conocerlo, reconocerlo.

Lo primero es conocer tu mente en soledad, sin miedo. Du­rante al menos media hora cada día dale a tu mente la oportunidad de expresarse tal como es. Enciérrate en una habitación como el emperador. Dale a tu mente libertad total. Dile: “Date permiso para pensar y contemplar todo lo que quieras”. Deja de censurarte, eso ha impedido que las cosas afloren a la su­perficie; deja de hacerlo. Dale libertad a tu mente y permite que surja lo que tenga que surgir, permite que aparezca lo que ten­ga que aparecer. No impidas ni reprimas nada, estás preparado para saber lo que hay en tu interior.

Y tampoco deberías juzgar lo que está bien y lo que está mal; porque en cuanto juzgas, comienza la represión. La mente empieza a reprimir lo que llamas malo y empieza a escudarse de­trás de lo que llamas bueno. No necesitas juzgar nada como bue­no o malo. Estate preparado para conocer cualquier cosa que haya en la mente tal como es, sea lo que sea.

Si dejas que tu mente sea libre para contemplar, para sen­tir, sentirás mucho miedo y pensarás que estás loco. Pero es esen­cial que conozcas lo que está escondido dentro de ti para poder librarte de ello. El conocerlo y el reconocerlo son los primeros pa­sos para librarte de ello. No puedes conquistar a un enemigo que no conoces o no reconoces; es imposible. El enemigo oculto el enemigo que está a tus espaldas es más peligroso que el enemigo que está delante de ti y con el que estás familiarizado, y al que puedes reconocer.

La primera cuestión es que a causa de todas las restriccio­nes e inhibidones que le has impuesto a la mente por todos la­dos no permites que la mente se exprese epontáneamente. Has reprimido su espontaneidad. Todo se ha vuelto antinatural y fal­so. Has tapado todo con velos, llevas una máscara falsa y no per­mites que la mente se exprese directamente.

Al principio permite que la mente se exprese directamente, delante de ti para que te familiarices con todo el contenido que estaba oculto y reprimido. Una gran parte de la mente se ha ocultado en la oscuridad. Nunca has llevado una luz hasta allí. Vives en la terraza de tu casa, todas las habitaciones están a oscuras y no sabes que ahí se esconden todos los insectos, las ara­ñas, las serpieptes y los escorpiones. Es inevitable que se oculten en la oscuridad. Y tienes miedo de alumbrar esa parte; ni siquiera quieres saber en qué estado se encuentra tu casa. ­

Para un buscador es absolutamente esencial perder el mie­do. Para que en tu mente y en tus pensamientos se produzca una revolución, en primer lugar tienes que perder el miedo, tie­nes que estar dispuesto a conocerte sin miedo. En segundo lugar, tienes que deshacerte de todas las censuras y restricciones que has impuesto sobre la mente. Y le has impuesto muchas restricciones: «No pienses en eso. No, no dejes que un pensamiento como ese pase por tu mente. iEs un mal pensamiento! ¡No lo permi­tas!». Cuando reprimes los malos pensamientos, no los destru­yes, slno que penetran en tu subconsdente.

Al reprÍmir, el pensamiento no desaparece sino que va has­ta el fondo de tu ser, porque lo que estás reprimiendo viene de tu interior, no del exterior.

Recuerda, todo lo que está en tu mente no viene del exterior sino de adentro. Es como si tapásemos la salida de un manantial que surge de la montaña: no destruirás el manantial; se esconderá y buscará otras salidas. En un principio debería haber habido un manantial, pero quizá ahora haya, diez porque el agua intentará fluir dividiéndose en diez manantiales. Y si tapas esos diez lugares aparecerán cien manantiales. ­

Todo viene de dentro, no de fuera. Cuanto más lo reprimes más horrible y pervertido se vuelve. Encuentra otras formas de sa­lir; crea nuevas complicaciones, pero tú sigues reprimiéndolo con más fuerza. El pensamiento reprimido no se destruye, sino que penetra profundamente en tu subconsciente. Y cuanto más lo reprimes, más profundamente se esconde y más poder tiene sobre ti.

La rabia está mal, por eso la reprimes: entonces una corrien­te de rabia se extiende por todo tu ser. El sexo está mal, la ava­ricia está mal, esto está mal, aquello está mal... Reprimes todo lo que está mal y al final te encuentras con que te has conver­tido en lo que has reprimido. ¿Cuánto tiempo puedes bloquear esos manantiales tapando la salida?

Y la mente tiene una forma determinada de funcionar. Por ejemplo, cualquier cosa que quieras reprimir y de la que quieres escapar se vuelve primordial para la mente. Cualquier cosa de la quieras escapar se convierte en una atracción, y la mente se sien­te atraída por ella. ilnténtalo! Si intentas escapar de algo o re­primirlo, la mente se concentrará en ello.

Milarepa era un místico que vivió en Tíbet. Un día un hom­bre joven se acercó y le dijo:
-Quiero obtener poderes. Por favor, dame un mantra. Milarepa le contestó:
-No tenemos mantras. Somos místicos. Los mantras son para los magos, los malabaristas... Ve a verlos a ellos. No tenemos mantras; ¿para qué queremos tener poderes?
Cuanto más se negaba Milarepa, más pensaba el hombre que le estaba ocultando algo; «¿por qué se niega?», de modo que seguía yendo a ver a Milarepa.

Alrededor de los santos que echan a gente a palos o a pedradas siempre se agolpan grandes multitudes. Piensan que ese santo debe tener algo especial, si no, no estaría echando a la gente. Pero no os dais cuenta de que atraer a la gente por medio de un anuncio en un periódico o tirándoles piedras es el mismo truco, es la misma publicidad. Y la segunda forma es mucho más manipuladora y astuta. Cuando alguien echa a la gente tirándoles piedras, éstos no entienden que en realidad están siendo atraídos; es una forma sutil de hacerlo. Y la gen­te acude aunque no tiene ni idea de que están siendo sedu­cidos.

El hombre joven pensó que quizá Milarepa estaba intenta­do ocultar algo, así que empezó a volver todos los días. Al final Milarepa se hartó, le escribió un mantra en un trozo de papel y le dijo:

-Tómalo. Esta noche es luna nueva. Léelo cinco veces esta noche. Si lo lees cinco veces, tendrás los poderes que quieres. Después serás capaz de hacer lo que quieras. Ahora vete y déja­me en paz.
El hombre joven agarró el papel, le dio la vuelta y lo leyó. Ni siquiera le dio las gracias a Milarepa. Pero no había acabado de bajar las escaleras del templo cuando Milarepa le llamó:
-Amigo. Se me olvidó decirte una cosa. Este mantra está li­gado a una cierta condición. Cuando lo leas, no deberías tener en tu mente ningún pensamiento sobre un mono.
El joven dijo:

-No te preocupes, no he tenido un pensamiento semejan­te en toda mi vida. Nunca he tenido ningún motivo para pensar en un mono. Sólo tengo que leerlo cinco veces, no pasa nada.
Pero estaba equivocado, no había terminado de bajar las es­caleras cuando empezaron a aparecer los monos. Se asustó mu­cho. Cerró los ojos y seguía viendo monos; miró a su alrededor y vio monos incluso donde no los había. Ya se había hecho de noche y cada movimiento que había en los árboles le parecía un mono. Parecía que había monos por todas partes. Cuando llegó a su casa estaba muy preocupado, porque hasta entonces nunca había pensado en los monos; nunca había tenido nada que ver con los monos.

Se dio un baño, pero mientras se bañaba los monos estaban con él. Su mente estaba obsesionada con una sola cosa: los mo­nos. Entonces se sentó a leer el mantra. Levantó el papel, cerró los ojos y había una multitud de monos fastidiándole. Empezó a tener mucho miedo, pero siguió perseverando toda la noche. Cambió de posición; intentó sentarse de este lado, de aquel lado, en padmasana, en siddhasana, y en otras posturas de yoga. Rezó, se arrodilló, suplicó. Pidió que alguien le ayudara a deshacerse de esos monos, pero los monos estaban obstinados; no estaban dis­puestos a dejarle en paz en toda la noche.

Por la mañana el joven estaba loco de miedo y se dio cuen­ta de que no podia conseguir el poder del mantra tan fácilmen­te. Comprobó que Milarepa había sido muy listo, le había pues­to una condición muy difícil. iMilarepa estaba loco! Si los monos iban a ser un impedimento, por lo menos podía no haberlos mencionado. Entonces, quizá habría conseguido el poder del mantra.

Por la mañana volvió a ver a Milarepa y le dijo gritando:
-iToma tu mantra! Has cometido un gran error. Si los mo­nos eran un impedimento para usar este mantra, no los debías haber mencionado. Normalmente, nunca pienso en monos, pero ayer los monos me estuvieron persiguiendo durante toda la no­che. Ahora tendré que esperar hasta mi próxima vida para con­seguir el poder de este mantra, porque en esta vida los monos y el mantra se han vuelto uno. Será imposible deshacerse de ellos.
Los monos y el mantra se habían hecho uno. ¿Cómo había sucedido esto? Su mente insistía en que los monos no deberían estar ahí, así que los monos vinieron. Siempre que su mente se intentaba librar de los monos, los monos aparecían. Siempre que su mente intentaba escaparse de los monos, los monos volvían.

Prohibir, es atraer, rechazar es invitar, impedir es tentar.
Tu mente está muy enferma porque no puede entender una cuestión tan simple. No quieres estar enfadado; entonces el en­fado llega como un mono. No quieres sentirte sexual; entonces el sexo aparece como un mono y se agarra a tu ser. No quieres codiciar, no quieres tener ego, pero todo esto llega. Sin embargo, lo que quieres -espiritualidad, religiosidad, iluminación no parece llegar. Lo que no quieres aparece, y lo que quieres nun­ca aparece. Toda esta frustración ocurre por no entender este simple mecanismo de la mente.

Lo segundo que hay que recordar es que no es necesario insistir en lo que debería estar en la mente y lo que no. Debería­mos estar listos para observar lo que aparezca en nuestras men­tes sin escoger ni poner condiciones. Así podremos empezar a ver lo que es la mente en realidad.
El simple hecho de la naturaleza contradictoria de la men­te es bien conocido por los publicistas de todo el mundo; sin embargo, las personas que educan a la sociedad no lo han entendido. Cuando se anuncia una película «sólo para adultos», los niños van a verla con un bigote falso de escaso valor. Los pu­blicistas saben que para atraer a los niños sólo hay que usar las palabras «sólo para adultos» en el anuncio. Hay revistas para mujeres «sólo para mujeres». Sólo las leen los hombres; las mu­jeres nunca las leen. Me he informado y he descubierto que la mayoría de los compradores son hombres. Y cuando pregunto a los representantes sobre las revistas que venden en la calle me dicen: "-Las mujeres sólo compran revistas «sólo para mujeres”, de vez en cuando normalmente compran revistas «sólo para hombres».

Los publicistas saben qué es lo que atrae a la mente del hombre, pero los líderes religiosos, y los rnoralistas todavía no lo han entendido. Siguen enseñándole a la gente estupideces como no te enfades, lucha con el enfado». Una persona que lucha con su enfado e intenta huir de él se obsesionará con el enfado toda su vida. Nunca podrá librarse de él. Únicamente la perso­na que está interesada en conocer su enfado frente a frente en lugar de luchar con él, podrá librarse de él.

El segundo punto que debes recordar es que hay que olvi­darse de todos los sentimientos, de conflicto y lucha con cualquier estado mental. Crea simplemente un sentimiento de que­rer saber, compreder, «me gustaría comprender mi mente». Uno debería penetrar en la mente con esta clase de sentimiento sin­cero. Este es el segundo punto.­


Y el tercer punto es no juzgar nada de lo que surja en la mente. No juzgues lo que está mal y lo que está bien. La maldad y la bondad son dos caras de la misma moneda. Donde hay maldad, habrá bondad en la otra cara; donde hay bondad habrá maldad en la otra cara.

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