"La esencia de la grandeza radíca en la capacidad de la realización personal propia en circunstancias en las que otros optan por la locura." - Dr. Wayne W. Dyer

Osho: El libro del Hara, capitulo 9, No Hay Ninguna Enemistad Entre Tú y La Existencia, primera parte


PARTE I

Imagínate que los círculos de cinco colores de la cola del pavo real fuesen tus cinco sentidos en un espacio ili­mitado. Ahora permite que su belleza se disuelva en tu in­terior. Haz lo mismo en cualquier punto del espacio o en una pared… hasta que el punto se disuelva. Entonces se hace realidad tu deseo por el otro.

El hombre nace con un centro, pero vive sin recordarlo. El hombre puede vivir sin conocer su centro, pero no puede vivir sin un centro. El centro es la conexión del hombre con la existencia; es la raíz. Quizá no lo conozcas, el conocimiento no es esencial para que exista el centro; pero si no lo conoces, llevarás una vida desarraigada, como si no tuvieses raíces. No sentirás el suelo, no te sentirás arraigado; no te sentirás en casa en el uni­verso. No tendrás casa.

Por supuesto, el centro está ahí, pero si no lo conoces, tu vida no tendrá rumbo, no tendrá sentido, estará vacía, no llega­rá a ninguna parte. Te sentirás como si vivieses sin vida, nave­gando sin rumbo, esperando la muerte. Lo vas postergando de un momento a otro, pero sabes muy bien que el postergarlo no te conducirá a ninguna parte. Estás dejando pasar el tiempo, y este sentimiento de profunda frustración te perseguirá como una sombra. El hombre nace con un centro, pero no nace con el co­nocimiento de ese centro. El conocimiento se debe adquirir.
Tienes ese centro. El centro está ahí; sin él no puedes exis­tir. ¿Cómo pogdías existir sin centro? ¿Cómo podrías existir sin un lazo entre tú y la existencia... o si lo prefieres, sin la palabra «Dios»? No puedes existir sin un lazo profundo. Tus raíces están en lo divino. Vives por medio de esas raíces en todo momento pero las raíces son invisibles. Igual que un árbol, las raíces son subterráneas; el árbol no tiene conocimiento de sus propias raí­ces. Tú también tienes raíces. Esa raigambre es tu centro. Cuan­do digo que el hombre nace con ello, quiero decir que existe la posibilidad de que llegues a tener conocimiento de tu raigambre. Si llegas a conocerlo, tu vida se vuelve real; si no, tu vida será como dormir profundamente, será como un sueño.

Aquello que Abraham Maslow denomina «autorrealización» es simplemente ser consciente de tu centro interno por el que estás conectado con todo el universo, darte cuenta de tus raíces; no estás solo no eres atómico, eres parte de una totalidad cósmica. El universo no es un mundo ajeno. No eres un extraño, este uni­verso es tu casa. Pero a menos que halles tus raíces, tu centro, este universo, seguirá siendo ajeno, extraño.

Sartre dice que el hombre vive como si le hubiesen arroja­do a la tierra. Por supuesto, si no conoces tu centro sentirás un abandono como si te hubiesen arrojado a la tierra. Eres un intruso; no perteneces a este mundo y este mundo no te pertene­ce. Entonces el miedo, la ansiedad y la angustia serán el resulta­do inevitable. Inevitablemente, el hombre, que es un intruso en el universo, sentirá una profunda ansiedad, temor, miedo, an­gustia. Toda su vida no será más que una lucha, una pelea; y una lucha que está destinada a fracasar. El hombre no puede ganar porque la parte nunca puede ganar al todo.

No puedes ganar contra la existencia. Puedes ganar con ella, pero no contra ella. Y esa es la diferencia entre el hombre reli­gioso y el hombre no religioso. Un hombre no religioso está con­tra el universo; el hombre religioso está con el universo: El hombre­ religioso se siente en casa. No se siente como si le hubiesen arrojado al mundo; siente que ha crecido en el mundo. Debes re­cordar la diferencia entre ser arrojado y crecer.

Cuando Sartre dice que ei hombre ha sido arrojado al mun­do, la misma palabra, la misma formulación, muestra que no for­mas parte. Y la palabra, la elección de la palabra «arrojado», sig­nifica que has sido obligado sin tu consentimiento. Esta palabra muestra hostilidad. El resultado será la angustia.

Sólo podría ser de otra manera si no eres arrojado al mun­do, sino que has crecido como una parte, como una parte or­gánica. Realmente, sería mejor decir que eres el universo que se ha desarrollado en una dimensión particular que llamamos «humana». El universo se desarrolla en múltiples dimensio­nes: árboles, montes, estrellas, planetas... es multidimensio­nal. El hombre también es una dimensión del desarrollo. El uni­verso se realiza a través de muchísimas dimensiones. El hombre, junto con la altura y la cima, también es una dimen­sión. Ningún árbol puede tener conocimiento de sus raíces; ningún animal puede tener conocimiento de sus raíces. Por eso no tienen ansiedad. Si no tienes conocimiento de tus raí­ces, de tu centro, nunca podrás ser consciente de tu muerte. La muerte sólo existe para el hombre. Sólo existe para el hombre porque sólo el hombre puede tener conocimiento de sus raí­ces, de su centro, ser consciente de su totalidad y de su rai­gambre en el universo.

Si vives sin un centro sentirás que eres un intruso, y esto desencadenará la angustia. Sin embargo, si sientes que estás en casa, que eres un crecimiento, una realización de la potencialidad de la propia existencia -como si la existencia misma se hi­ciese consciente en ti, como si adquiriese consciencia contigo-si te sientés así, si realmente lo comprendes de este modo, el re­sultado será la dicha.

La dicha es el resultado de ser una unidad orgánica con el universo, la angustia es el resultado de una enemistad. Pero, a menos que conozcas el centro, será inevitable que sientas que has sido arrojado, como si la vida te hubiese sido impuesta. Los sutras­ que vamos a discutir se ocupan de ese centro que está ahí, aunque el hombre no sea consciente de ello.
Antes de empezar con el Vigyana Bhairava Tantra y las téc­nicas que se refieren a este centro, diré un par de cosas más.

Primero: cuando el hombre nace, está arraigado en un lu­gar determinado, un chakra determinado -centro-, y este es el ombligo. Los japoneses lo llaman hara; de aquí procede el término hara-kiri. Hara-kiri quiere decir suicidio. Literalmen­te, significa matar el hara, la espina dorsal, el centro. Hara es el centro; el significado de hara-kiri es destruir el centro. En cierto sentido, todos hemos cometido hara-kiri. No hemos matado el centro, sino que nos hemos olvidado de él, o nos hemos acor­dado nunca de que existía. Está ahí esperando, pero nos hemos estado alejando de él.

Cuando un niño nace, está arraigado en el ombligo, en el hara; vive por medio del hara. Fíjate en cómo respira un niño, su ombligo sube y baja. Respira con el vientre, vive con el vientre, no con la cabeza, no con el corazón. Pero, poco a poco, tendrá que irse alejando.
Antes desarrollará otro centro, el corazón, el centro de las emociones. Aprenderá a amar, será amado y se desarrollará este otro centro. Este centro no es un verdadero centro; es una con­secuencia. Por eso los psicólogos dicen que si el niño no es ama­do nunca será capaz de amar.
Si un niño crece en una situación no amorosa, una situa­ción fría, donde no le quieren ni le dan calor, él mismo nunca será capaz de amar a nadie en su vida, porque no desarrollará ese centro. El amor de la madre, el amor del padre, de la familia, de la sociedad, le ayudarán a desarrollar ese centro. Ese centro es una consecuencia; no naces con él. Si no lo ayudas a desarro­llarse, no se desarrollará. Hay muchísimas personas que no tie­nen un centro del amor. Hablan de amor, creen que aman, pero carecen de ese centro; entonces, ¿cómo pueden amar? Es muy di­fícil tener una madre amorosa, y mucho más difícil tener un pa­dre amoroso. Todos los padres y todas las madres creen que aman. No es tan fácil. El amor es un camino difícil, muy difícil.

Pero si desde el primer momento no hay amor para el niño, él mismo nunca será capaz de amar.

Por eso toda la humanidad vive sin amor. Sigues engen­drando niños, pero no sabes cómo darle un centro de amor. Más bien, por el contrario, cuanto más civilizada es una sociedad, más te obliga a estar en el tercer centro, que es el intelecto. El ombligo es el centro original. Un niño nace con él; no es una consecuencia. Sin él la vida es imposible, por eso lo tienes. El segundo centro es un derivado. Si el niño recibe amor, responde. En esta respuesta se desarrolla un nuevo centro en él: el centro del corazón. El tercer centro es la razón, el intelecto, la cabeza. La educación, el razonamiento y la instrucción originan el tercer centro, que también es un derivado.

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