"La esencia de la grandeza radíca en la capacidad de la realización personal propia en circunstancias en las que otros optan por la locura." - Dr. Wayne W. Dyer

Osho: El libro del Hara, capitulo 7, Afinando el Corazón, segunda parte


Un lama muy famoso escribió en su autobiografía:

Cuando tenía cinco años, me mandaron a estudiar a una universidad. En esa época sólo tenía cinco años. Por la noche mi padre me dijo que me mandarían a la universidad a la mañana siguiente.

-No estaremos ni tu madre ni yo para despedirte -me dijo-. Tu madre no estará aquí porque se echaría a llorar, y si la vieras llorar, te girarías y dejarías de avanzar, y en nuestra fami­lia ningún hombre se ha vuelto a mirar atrás. Yo tampoco esta­ré porque si te vuelves, aunque sólo sea una vez, cuando estés montado a caballo, dejarás de ser mi hijo y las puertas de esta casa se cerrarán para ti para siempre. Los sirvientes se despedi­rán de ti mañana por la mañana. Recuerda, no te vuelvas a mi­rar atrás después de haberte subido al caballo. En nuestra fami­lia nunca ha habido nadie que se volviera a mirar.

¿Cómo se puede esperar tanto de un niño de cinco años? Despertaron al niño de cinco años a las cuatro de la mañana y lo montaron en un caballo. Los sirvientes se despidieron de él. Cuando se marchaba, uno de los sirvientes le dijo:

-Hijo mío, ten cuidado. Te podemos ver hasta que llegues al cruce, tu padre te está vigilando desde arriba. No te vuelvas hasta que no llegues al cruce. Todos los niños de esta casa se han ido así y ninguno se ha vuelto para mirar atrás.

Y el sirviente también le dijo:

-El lugar al que te llevan no es una universidad cualquie­ra; los hombres más importantes del país han estudiado ahí. Ten­drás un examen de ingreso muy difícil. Pase lo que pase, intenta aprobar el examen de ingreso porque si suspendes no habrá un sitio para ti, en esta casa.
iQué dureza para un niño de cinco años! Se sentó en el ca­ballo, y en su autobiografía escribió que mientras estaba senta­do en el caballo «se me empezaron a caer las lágrimas pero, ¿cómo iba a volverme para mirar a la casa, a mi padre? Estaba partiendo hacia lo desconocido, era muy pequeño, pero no po­día mirar atrás, porque en mi familia nunca se había vuelto na­die para mirar atrás. Si mi padre me viera, me prohibirían volver a entrar en mi casa. De modo que me controlé y miré hacia de­lante, nunca me volví para mirar atrás”.

Se está produciendo algo dentro de este niño. Se está des­pertando una fuerza de voluntad, una energía vital, para forta­lecer su centro del ombligo. Su padre no estaba siendo duro, sino muy cariñoso. Y todos los padres y madres que aparente­mente son cariñosos no lo son: están debilitando los centros in­ternos de sus hijos. No están creando dentro de ellos ninguna fuerza, ninguna firmeza.

El niño llegó al colegio. Tenía cinco años y no se sabía cuá­les iban a ser sus aptitudes. El director del colegio dijo:

-El examen de ingreso es muy difícil. Siéntate cerca de la puerta con los ojos cerrados y, pase lo que pase, no los abras has­ta que yo vuelva. Éste es tu examen de ingreso. Si abres los ojos te volveremos a mandar a casa, porque alguien que ni siquiera tiene dentro de sí la fuerza para estar sentado con los ojos cerra­dos un rato no puede aprender nada. La puerta del aprendizaje estará cerrada porque no vales para esto. Entonces podrás dedi­carte a otra cosa.
Que le digan todo esto a un niño de cinco años...

Se sentó al lado de la entrada con los ojos cerrados. Le em­pezaron a molestar las moscas, pero sabía que no podía abrir los ojos porque si lo hacía la prueba habría terminado. Los demás ni­ños entraban y salían del colegio; uno le empujaba, otro le molestaba,­ pero había decidido no abrir los ojos; si no, no le valdría de nada todo esto. Y se acordó de cuando los sirvientes le dije­ron que si suspendia el examen de ingreso la casa de su padre se cerraría para siempre para él.

Pasó una hora, pasaron dos horas, estaba con los ojos cerra­dos y tenía miedo de abrirlos aunque fuese por equivocación. Tuvo muchas tentaciones de abrir los ojos: en la calle había movimiento, los niños correteaban alrededor, las moscas le estaban acosando, había niños que le empujaban y le tiraban piedrecitas. Tenía ganas de abrir los ojos para ver si había vuelto su maestro. Pasó una hora, pasaron dos horas, tres horas, cuatro horas, ¡estu­vo sentado así durante seis horas!

Al cabo de seis horas volvió el maestro y le dijo:

-Hijo mío, tu examen de ingreso ha terminado. Ven, te convertirás en un joven con una gran fuerza de voluntad. Tienes firmeza para hacer lo que quieras. Poder sentarte con los ojos cerrados durante cinco o seis horas es una gran hazaña a tu edad. El maestro le abrazó y le dijo:

-No te preocupes, les hemos dicho a esos niños que te ato­sigaran. Les hemos dicho que te molestaran un poco para que tuvieses la tentación de abrir los ojos.

El lama escribió: «En aquella época, yo creía que me estaban tratando con crueldad, pero ahora, al final de mi vida, estoy total­mente agradecido a esas personas que fueron duras conmigo. Des­pertaron algo en mí, se activó una fuerza que estaba latente en mí».

Vosotros estáis haciendo lo contrario. Decís: «No os enfadeis con los niños, no les peguéis». Ahora, en todo el mundo se ha des­cartado absolutamente el castigo físico. No se le puede pegar a un niño, no se le puede castigar físicamente. Esto no es muy sen­sato porque se castiga por amor, no por enemistad. A los niños que han recibido algún tipo de castigo se les despiertan los cen­tros. La columna vertebral se endereza y fortalece. Surge en ellos una firmeza. Nacen también la rabia y el orgullo, y nace una for­taleza interna que se puede desarrollar.

Estamos creando gente sin columna vertebral, que sólo pue­de reptar sobre la tierra y no volar por el cielo como si fuesen águilas. Estamos creando un ser humano sin columna vertebral que repta y se arrastra. Y creemos que lo hacemos por compa­sión, por amor y por moralidad.

Enseñas al hombre a no enfadarse, le enseñas a no expresar intensidad, le enseñas a ser débil y a no tener carácter. En la vida de un hombre como éste no puede haber alma. Un hombre así no puede tener alma porque no puede tener los sentimientos intensos del corazón que son necesarios para el alma.

Hubo un rey musulmán, Omar. Había tenido grandes difi­cultades, había estado en guerra con un hombre durante doce años. En la última batalla mató al caballo de su enemigo, tiró al hombre al suelo y se sentó encima de su torso. Levantó la espa­da y estaba a punto de clavársela en el pecho a su enemigo cuan­do éste le escupió en la cara. Ornar se levantó y tiró su espada. Su enemigo estaba sorprendido y dijo:

-Ornar, después de doce años por fin tienes la oportunidad de matarme. ¿Por qué la pierdes?

Omar respondió:

-Pensaba que eras digno de ser mi enemigo, pero al escu­pirme en la cara me has demostrado que eres tan ruin que no tiene sentido que te mate. La ruindad que has demostrado no es una característica de un hombre valiente. Yo pensaba que esta­bas a mi altura, por eso he continuado esta guerra desde hace doce años. Pero cuando estaba a punto de matarte con la espa­da me has escupido, y ése no es el comportamiento de un hom­bre valiente. Si te mato, estaré cometiendo un pecado. ¿Qué dirá el mundo si mato a alguien tan débil capaz de escupirme en la cara? Se acabó el asunto. No vaya cometer un pecado matándote.

Era una gente maravillosa. La invención de las armas y pro­yectiles modernos ha destruido todo lo que era significativo en los seres humanos. Las batallas cuerpo a cuerpo tenían su propio valor. Sacaban a relucir todo lo que estaba escondido en cada persona. Hoy en dia, ningún soldado lucha directamente, sim­plemente lanza una bomba desde un avión. Esto no tiene nada que ver con la valentía, no tiene nada que ver con las cualidades internas; simplemente, se sienta y aprieta el botón de una ame­tralladora.

La posibilidad de despertarse que está oculta en el ser in­terno de un hombre es cada vez menor, y no es sorprendente que el hombre se haya vuelto tan frágil y débil. Su auténtico ser no se puede desarrollar. Todos los elementos de su interior no se pueden unir y expresar, manifestar.

Nuestros sistemas educativos son sorprendentes. En mi opi­nión, en el hombre habría que desarrollar intensa y considera­blemente todas las cualidades del corazón; ésta debería ser la prioridad. Únicamente puede haber transformación si hay un desarrollo considerable. Las transformaciones tienen lugar cuan­do se llega a puntos extremos, ninguna transformación sucede en puntos inferiores. Si se calienta agua, no se evapora cuando está tibia. El agua tibia sigue siendo agua, pero a cien grados, cuando el agua alcanza su temperatura máxima, entonces tiene lugar la transformación y el agua empieza a evaporarse. El agua se con­vierte en vapor a los cien grados, y no antes. El agua tibia no se convierte en vapor.

Vosotros sois gente tibia, no puede haber ninguna transfor­mación en vuestras vidas. Deberíais desarrollar al máximo las cualidades de vuestra mente y vuestro corazón; sólo así podrá te­ner lugar en ellos una revolución. Sólo así podrá haber un cam­bio. Cuando la rabia tiene intensidad se puede transformar en compasión, y no de otra manera.

Pero sois enemigos de la rabia, de la ambición, de la pasión, y así es como os convertís en personas tibias. La vida se mantie­ne tibia y no puede haber ninguna transformación. Esta tibieza ha tenido un tremendo efecto negativo en los seres humanos.

En mi visión, lo primero que hay que entender es que todas las cualidades de vuestra personalidad, de vuestro corazón, de­ben desarrollarse correctamente. La rabia intensa tiene una be­lleza propia que quizá no sea evidente para vosotros. La rabia in­tensa tiene brillo, tiene energía, tiene significado. Contribuye, a su manera, a la personalidad. Todos los sentimientos del cora­zón deberían desarrollarse intensamente.

El primer punto es que habría que desarrollar, y no destruir, las cualidades del corazón.

¿Cuál es el segundo punto? El segundo punto es que debe­ría haber observación, pero no represión. Cuanto más reprimes los sentimientos del corazón, más inconscientes se vuelven.

Perdemos de vista todo lo que reprimimos, se oculta en la oscuridad. Se deberían considerar atentamente todas las energías del corazón. Si estás enfadado, no intentes reprimirte cantando «Rama, Rama». Si estás enfadado, siéntate solo en un cuarto, cierra la puerta y medita sobre la rabia. Observa la rabia en su totali­dad. «¿Qué es la rabia? ¿Cuál es la energía de esta rabia? ¿Dón­de surge la rabia? ¿Por qué surge? ¿Cómo rodea mi mente y me influencia?».

En la soledad, medita sobre la rabia. Observa la rabia total­mente, compréndela, reconócela, ¿de dónde viene, por qué sur­ge? Después, poco a poco, te convertirás en el amo de la rabia. Y la persona que se convierte en amo de su rabia tiene un gran po­der, una gran fuerza. Se vuelve fuerte, se vuelve su propio amo.

No es una cuestión de luchar con la rabia, es una cuestión de conocer la rabia, porque recuerda, no hay mayor energía que el conocimiento y no hay mayor estupidez que luchar contra nuestra propia energía. La persona que lucha contra su propia energía está cometiendo el mismo error que la persona que se pelea contra sus propias manos. Si una mano se pelea con la otra no podrá ganar ninguna mano porque las dos pertenecen a la misma persona. La energía está fluyendo en las dos manos, y si hay una pelea entre esas dos manos se disipará la energía, no ha­brá posibilidades de ganar. En esta clase de pelea serás derrota­do. Malgastarás toda tu energía.

¿De quién es la energía que está en el enfado? Es tu propia energía. La energía es tuya, pero tú eres el único que está lu­chando con ella. Si te divides y luchas seguirás rompiéndote, te desintegrarás, no serás una persona íntegra. Una persona que lu­cha consigo misma no podrá obtener nada en la vida más que derrota. No puede haber nada más, es imposible. No luches. Co­noce tu propia energía, reconócela y familiarízate con ella.

La segunda parte no es la represión sino la observación. No reprimas; No reprimas ninguna energía que surja en ti. Eres un cúmulo de energías desconocidas. Eres el centro de energías muy desconocidas con las que no estás familiarizado, de las que no tie­nes conocimiento.

Hace miles de años, cuando caía un relámpago sobre la tierra, el hombre tenía miedo. Unía las manos y decía: «iOh Dios!” ¿Te has enfadado? ¿Qué ha pasado? Estaba asustado y el relámpa­go era un motivo de miedo. Pero hoy conocemos la electricidad, la dominamos; así que no es un motivo de miedo, al contrario, se ha convertido en un sirviente: Da luz a todas las casas, permite tratar a los enfermos y funcionar a las máquinas. Toda la vida del hombre está influenciada por la electricidad y pasa a tra­vés de ella; El hombre se ha vuelto el amo de la electricidad. Pero durante miles de años tuvo miedo de ella porque no sabía lo que era. Cuando conocimos lo que era nos convertimos en su amo.

El conocimiento te convierte en el amo. En tu interior hay muchas energías despiertas que brillan y son más considerables que la electricidad. La rabia brilla, el odio brilla, el amor brilla. Tienes miedo de lo que ocurre porque no conoces todas estas energías.

Convierte tu vida en un laboratorio interno y empieza a conocer las energías que hay en tu interior, obsérvalas, reconó­celas. Nunca las reprimas, ni siquiera sin hacerlo intencionada­mente. No tengas miedo ni por equivocación; intenta conocer todo lo que hay en tu interior. Si sientes rabia, considérate afor­tunado y agradéceselo a la persona que te ha hecho enfadar, te ha dado una oportunidad, en tu interior ha surgido una energía y ahora puedes observarla. Contémplala en silencio, en soledad; intenta descubrir lo que es.

Cuanto mayor sea tu conocimiento, más profunda será tu comprensión. Cuanto más seas el amo de tu rabia, más te darás cuenta de que está bajo tu control. El día que te conviertas en el amo de tu rabia será el día que puedas transformarla.

Sólo puedes transformar aquello que dominas no puedes cambiar lo que no dominas. Y recuerda, nunca podrás dominar algo contra lo que estás luchando porque es imposible ser el amo de un enemigo; sólo puedes ser el amo de un amigo. Si te vuelves enemigo de las energías que hay en tu interior nunca podrás convertirte en el amo. Sin amor y amistad nunca podrás vencer.

No tengas miedo ni condenes el tesoro infinito de las ener­gías que hay en tu interior. Empieza a conocer aquello que está oculto en tu interior.

Dentro del ser humano hay muchas cosas ocultas... son ili­mitadas. Todavía no estamos ni en los comienzos de la humani­dad. Tal vez dentro de diez o veinticinco mil años la humanidad esté tan alejada de nosotros como lo están ahora los monos. Pue­de desarrollarse una raza totalmente nueva, porque hasta ahora no tenemos ni idea de todas las energías que hay dentro del hombre.

Los científicos dicen que aproximadamente la mitad del cerebro humano no se usa absolutamente para nada, está inuti­lizado. Sólo se usa una pequeña parte del cerebro y el resto se desperdicia. La parte restante no puede ser inútil, porque en la naturaleza no hay nada inútil. Quizá cuando la experiencia y el conocimiento del hombre aumenten, la parte inútil se vuelva activa y empiece a funcionar. Entonces, lo que el hombre sea capaz de saber superará toda imaginación.

Si un hombre está ciego no existe nada parecido a la luz en su vida. Para él, la luz no existe. Si no tiene ojos no hay luz. Los animales que no tienen ojos ni siquiera saben que existe la luz en el mundo. Ni siquiera pueden imaginárselo, ni siquiera pueden soñar que existe la luz. Tenemos cinco sentidos. ¿Quién sabe? Si tuviésemos un sexto sentido quizá pudiésemos saber que existen muchas más cosas en el mundo. Y si tuviésemos siete sentidos sa­bríamos todavía más cosas. ¿Quién sabe cuáles son los límites de nuestros sentidos y lo extensos que pueden llegar a ser?

Sabemos muy poco y vivimos aún menos. Cuanto más se­pamos acerca de lo interior, cuanto más podamos penetrar en lo interior, cuanto más nos familiaricemos con lo interior, más se de­sarrollarán nuestras energías vitales y cristalizará nuestra alma.

La segunda llave que tenemos que tener en cuenta es no reprimir ninguna de nuestras energías: deberíamos conocerlas, re­conocerlas, examinarlas y verlas. A partir de esto tendrás una experiencia muy sorprendente: si intentas examinar el miedo, si te sientas en silencio y lo analizas profundamente, el miedo desaparecerá. Cuando observas el miedo, éste desaparece. Si cuando surge una necesidad sexual en tu mente la observas, te darás cuenta de que desaparece. Te darás cuenta de que esta se­xualidad surge en el inconsciente y desaparece al observarla.

Entonces comprobarás que has descubierto un método sor­prendente: has descubierto que la rabia, el sexo y la avaricia sólo te pueden dominar cuando eres inconsciente. Cuando las observas, cuando te das cuenta de que existen, desaparecen.

1 comentarios:

Andrés Nivia dijo...

ESTE CAPITULO HA SIDO MUY EMOTIVO
Y MUY VERÍDICO...

SI CADA UNO NOS PUSIÉRAMOS A LA TAREA O AL RETO DE INSPECCIONAR NUESTRO INTERIOR, NUESTROS SENTIMIENTOS, EMOCIONES TENDIÉRAMOS UNA VIDA MEJOR, EN ARMONÍA CON NUESTROS SEMEJANTES, CON NUESTRO PLANETA, CON NUESTRO UNIVERSO.....

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