"La esencia de la grandeza radíca en la capacidad de la realización personal propia en circunstancias en las que otros optan por la locura." - Dr. Wayne W. Dyer

Osho: El libro del Hara, capitulo 9, No Hay Ninguna Enemistad Entre Tú y La Existencia, ultima parte


Si realmente estás lleno de colores y te has convertido en un arco iris, en un pavo real, y todo el espacio está lleno de colores, esto te dará una profunda sensación de belleza. Pero no pienses en ello; no digas que es precioso. No te traslades al pensamien­to. Concéntrate en ese punto donde confluyen todos los colores y sigue concentrado en él. Desaparecerá, se disolverá, porque sólo es imaginario. Y si fuerzas la concentración, la imaginación no puede seguir estando ahí; se disolverá.

El mundo ya se ha disuelto; sólo había colores. Esos colores eran tu imaginación. Esos colores imaginarios confluían en un punto. Ese punto, por supuesto, era imaginario; y ahora, con pro­funda concentración, ese punto se disolverá. ¿Dónde estás aho­ra? ¿Dónde estarás? Serás devuelto a tu centro.

Los objetos se han disuelto por medio de la imaginación. Ahora la imaginación se disolverá por medio de la concentra­ción. Sólo quedas tú como subjetividad. El mundo objetivo se ha disuelto; el mundo mental se ha disuelto. Sólo estás ahí como consciencia pura.

Por eso este sutra dice: En cualquier punto del espacio o en una pared... Eso es suficiente. Si no puedes imaginarte los colo­res, entonces será suficiente con un punto en la pared. Puedes to­mar como objeto de concentración cualquier cosa. Si es interno, mejor; pero, de nuevo, hay dos tipos de personalidades. Para los que son introvertidos será más fácil imaginar que todos los co­lores confluyen dentro de ellos. Pero los que son extrovertidos no podrán imaginar nada en su interior. Pueden imaginar el exterior. Sus mentes sólo se mueven en el exterior; no pueden ir hacia dentro. Para ellos no existe la interioridad.

El filósofo inglés David Hume dijo: «Cuando voy hacia den­tro, nunca me encuentro con el ser. Lo único que me encuentro es con los reflejos del mundo exterior: un pensamiento, una emo­ción, una sensación. Nunca encuentro la interioridad, sólo en­cuentro el reflejo del mundo exterior». Esto es una mente ex­trovertida por excelencia, y David Hume fue una de las mentes más extrovertidas que ha habido.

Si no puedes sentir nada por dentro, y si la mente pregunta: «¿Qué significa interioridad? ¿Cómo se puede entrar en ella?», en­tonces es mejor que intentes fijarte en un punto en la pared. Hay personas que vienen y me preguntan cómo ir hacia dentro. Es un problema, porque si sólo sabes ir hacia fuera, si sólo conoces los mo­vimientos externos, será dificil imaginarse cómo ir hacia dentro.

Si eres un extrovertido, entonces no intentes buscar ese pun­to en tu interior, sino fuera. El resultado será el mismo. Haz un punto en la pared; concéntrate en él. Entonces tendrás que con­centrarte con los ojos abiertos. Si estás creando un centro interno, un punto interior, tendrás que concentrarte con los ojos cerrados.

Haz un punto en la pared y concéntrate en él. Lo que real­mente importa sucede gracias a la concentración, no gracias al punto. Es irrelevante que esté fuera o esté dentro. Depende de ti. Si estás mirando a una pared exterior, concentrándote en ella, sigue concentrándote hasta que el punto se disuelva. Hay que reparar en esto: iHasta que el punto se disuelva! No parpadees, porque si parpadeas estás dando lugar a que vuelva a entrar la men­te. No parpadees, porque la mente empieza a pensar de nuevo. Se convierte en un intervalo: en ese parpadeo se pierde la con­centración. Así que no parpadees.

Probablemente habrás oído hablar de Bodhidharma, uno de los maestros de meditación más importantes de toda la his­toria de la humanidad. Se cuenta de él una historia muy bonita.
Estaba concentrado en algo, algo exterior. Cuando sus ojos parpadeaban, perdía la concentración, de modo que se arrancó los párpados. Es una historia bonita; se arrancó los párpados, los tiró y se concentró. Al cabo de unas semanas vio que habían salido unas plantas en el sitio donde tiró sus párpados. Esta anécdota sucedió en una montaña de China y el nombre de esa montaña es Tah o Ta. De ahí viene la palabra «té». Las plantas que salieron ahí se convirtieron en té, y por eso el té ayuda a es­tar despierto.

Cuando tus ojos parpadean y te estás quedando dormido tómate una taza de té. Son los párpados de Bodhidharma. Por eso los monjes zen consideran sagrado el té. El té no es una cosa ordinaria, es sagrado... son los párpados de Bodhidharma. En Japón existe la ceremonia del té, Y todas las casas tienen un sa­lón de té donde se sirve con una ceremonia religiosa; es sagrado. El té se debe tomar de una forma muy meditativa.

En Japón se han desarrollado unas hermosas ceremonias del té. Entran en la habitación como si entrasen en un templo. Des­pués se prepara el té y todo el mundo se sienta en silencio escu­chando cómo borbotea el samovar. Hay vapor, sonidos, y todo el mundo simplemente escucha. Es algo fuera de lo común...

Los párpados de Bodhidharma. Y el té ayuda porque Bo­dhidharma estaba intentando estar despierto con los ojos abiertos.­ Se llama té porque esta historia sucedió en la montaña de Tah. Esta anécdota es preciosa, ya sea verdadera o no.

Si te estás concentrando hacia fuera tendrás que procurar no parpadear, como si no tuvieses párpados. Este es el significa­do de tirar los párpados. Sólo tienes ojos, no tienes párpados para poder cerrados. Concéntrate hasta que se disuelva el punto. Si persistes, si insistes y no permites que la mente se mueva, el pun­to se disolverá. Y cuando el punto se disuelva, -si estabas concen­trado y en este mundo sólo existía el punto para ti, si todo el mundo se había disuelto y si sólo quedaba ese punto y el punto se disuelve, entonces la consciencia no podrá desplazarse a ningún si­tio. No habrá ningún objeto al que desplazarse; todas las dimensiones se habrán cerrado. La mente es devuelta a sí misma, la consciencia es devuelta hacia sí misma y entras en el centro.

Estés dentro o estés fuera, en el interior o el exterior, con­céntrate hasta que se disuelva el punto. Este punto se disolverá por dos motivos. Si está dentro, se disolverá porque es imaginario. Si está fuera, no es imaginario, es real. Has hecho un punto en la pared y te has concentrado en él. ¿Por qué se va a disolver este punto? Uno puede comprender la disolución de dentro -no existía desde un principio, sólo era imaginario, pero sigue estando en la pared; ¿para qué habría de disolverse?

Se disuelve por una razón determinada. Si te concentras en un punto, en realidad no se va a disolver el punto, sino que se disuel­ve la mente. Si te estás concentrando en un punto exterior, la men­te no se puede desplazar. Sin movimiento no puede vivir, y se de­tiene. Cuando la mente se detiene ya no te puedes relacionar con lo exterior. De repente, se rompen todos los lazos porque la mente era el lazo. Cuando te estás concentrando en un punto en la pared, tu mente está saltando constantemente de ti al punto, del pun­to a ti, de ti al punto. Hay un salto constante, hay un proceso.

Cuando la mente se disuelve, no puedes ver el punto por­que realmente nunca ves el punto con los ojos, lo ves por medio de la mente Y con los ojos. Si la mente no está ahí, los ojos no pueden funcionar. Puedes seguir mirando a la pared, pero no verás el punto. La mente no está ahí; se ha roto el lazo. El pun­to es real, está ahí. Cuando la mente regresa, vuelves a verlo; está ahí. Pero ahora no puedes verlo. Y cuando no puedes ver, no puedes salirte. De repente, estás en tu centro.

Este centramiento te hará descubrir tus raíces existenciales. Sabrás desde dónde estás unido a la existencia. Dentro de ti hay un punto que está relacionado con toda la existencia, que es uno con ella. Una vez que conoces ese centro sabes que estás en casa. El mundo no te es extraño. No eres un intruso. Eres un miembro más, perteneces al mundo. No hay necesidad de luchar, de pelear. No hay una relación de enemistad entre la existencia y tú. La exis­tencia se convierte en tu madre. Es la existencia la que ha entra­do en ti y se ha vuelto consciente. Es la existencia la que ha flo­recido en ti. Esta sensación, esta realización, este suceso... y ya no volverá a haber angustia. Entonces la dicha ya no será un fe­nómeno, no será algo que sucede pero luego desaparece. La di­cha es tu propia naturaleza. Cuando estás arraigado en tu propio centro, la dicha es natural. Eres dichoso y, poco a poco, uno mis­mo deja de ser consciente de que es dichoso, porque la conscien­cia necesita que haya contraste. Si eres desgraciado, entonces te darás cuenta de cuándo eres dichoso. Cuando deja de haber infe­licidad, poco a poco olvidas completamente la infelicidad. Y tam­bién te olvidas de la dicha. Y únicamente eres realmente dichoso cuando te olvidas también de la dicha. Entonces es algo natural. Del mismo modo que brillan las estrellas, del mismo modo que fluyen los ríos, tú eres dichoso. Tu propio ser es dichoso. No es algo que te ha sucedido, ahora ERES TU.


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