"La esencia de la grandeza radíca en la capacidad de la realización personal propia en circunstancias en las que otros optan por la locura." - Dr. Wayne W. Dyer

Osho: El libro del Hara, Sexto capitulo, primera parte



Sin Creencia, Sin Escepticismo

Amados míos:


El ser humano está atado a una cadena de pensamientos como si fuera un prisionero. En esta prisión de pensamientos, ¿qué piedras se han usado para hacer los cimientos? Por la tar­de hemos hablado de una de esas piedras; esta noche hablaremos de la segunda, aunque igualmente importante. Si se quitan esas dos piedras, veremos la equivocación de pensar que la sabiduría pres­tada es verdadera y el hombre podrá salir de su prisión de pen­samientos.
¿Cuál es la segunda piedra? ¿Cuál es la otra piedra funda­mental sobre la que se ha construido esta prisión de pensa­mientos en la mente del hombre, sobre la que se ha tejido esta maraña de pensamientos? Quizá no lo sepas. Probablemente, no tengas ni idea de cómo te has llenado de tantos pensamientos contradictorios.


Tu situación es como la de un carro del que tiran bueyes por los cuatro costados: están obligando a los bueyes a tirar para llegar a diferentes destinos; el carro de bueyes corre peligro, su estructura está destartalada; los bueyes están tirando de él en cuatro direcciones distintas. ¿Puede avanzar en alguna direc­ción? ¿Puede llegar a algún sitio? Sólo puede haber un destino para él, sólo uno: se romperá en pedazos, quedará destruido. Con los bueyes tirando para cada lado, corriendo en direcciones opuestas con fragmentos del carro, no puede haber más que destrucción. El carro de bueyes no llegará a ninguna parte.


El conflicto interno que hay entre los diferentes pensa­mientos de tu mente te está matando. Todos tus pensamientos son irrelevantes y contradictorios, se oponen los unos a los otros. Los bueyes de tus pensamientos están tirando de tu mente en distintas direcciones, y tú eres infeliz y sufres en medio de todo esto. No tienes ni idea de cómo ha llegado a tu interior esta lu­cha, este conflicto.


Estaba invitado en casa de un médico muy bueno. Por la mañana el médico y yo estábamos a punto de salir cuando, de re­pente, su hijo estornudó. El médico dijo:


-iEsto significa mala suerte! Vamos a esperar un rato, unos minutos, y después saldremos.
-Eres un médico extraño -dije-. Un médico debería sa­ber, por lo menos, qué es lo que provoca un estornudo, y que no existe ninguna relación entre estornudar y que alguien deba quedarse o ir a alguna parte. Esto es sólo superstición. Me sor­prende que un médico no lo tenga claro.
Le dije al médico que aunque estuviese enfermo y a punto de morir no dejaría que me tratara él. En mi opinión, deberían quitarle el título de médico, no es justo que lo tenga. Me sorprendió mucho que no quisiera salir cuando alguien estornudaba por una superstición infantil. Las ideas que había adquirido en su juventud seguían estando presentes, aunque ahora se hubiese convertido en médico y perteneciese al Real Colegio de Médicos de Londres. Tenía en su mente dos pensamientos a la vez: cuando alguien estornudaba, él se quedaba quieto, y a la vez, sabía que era una estupidez absoluta porque no había ninguna relación entre las dos cosas. Los dos pensamientos aparecían en su mente a la vez.


Tienes miles de pensamientos de este tipo dentro de ti, ti­ran en direcciones distintas al mismo tiempo. Estás muy per­turbado, eso es evidente. Por eso parece que el hombre está ­absolutamente loco. ¿Cómo va a estar? La locura es una conse­cuencia lógica. Desde hace miles y miles de años, se han ido acu­mulando en la mente del hombre un número infinito de pensamientos contradictorios. Dentro de una persona están viviendo al mismo tiempo miles de generaciones, cientos de siglos. Den­tro de él coexisten simultáneamente un pensamiento de hace cinco mil años y un pensamiento ultramoderno del presente, y no puede haber ninguna comparación ni armonía entre estos dos pensamientos.


Dentro de un mismo hombre se han acumulado pensa­mientos que provienen de miles de direcciones diferentes. Las ideas de miles de tirthankaras y digambaras, avatares y gurús residen en su interior, y todos ellos han hecho algo excepcional: aun­que no estén de acuerdo en ninguna otra cosa, todas las religiones, todos los maestros y todos los predicadores del mundo han coin­cidido siempre en una estrategia, y es decirle a la gente que crean en lo que ellos les están diciendo. Todos ellos dicen: «Cree en lo que estamos diciendo», aunque no estén de acuerdo en nada más. Un hindú dice una cosa, un musulmán dice otra, un jainista dice otra diferente y un cristiano dice algo distinto, pero todos están de acuerdo en este punto: «Cree en lo que estamos diciendo». Dicen cosas contradictorias, todas esas cosas contradictorias acaban ca­yendo sobre el ser del hombre, mientras le gritan que crea en lo que le están diciendo. El hombre es débil, cree en lo que le dicen todas estas personas. Todos se ríen de las palabras de los demás, pero nadie se ríe de su propia estupidez.


Los cristianos dicen que Jesús nació de una niña virgen y el que no lo acepte, irá al infierno. El pobre que lo está escu­chando tiene miedo; si no lo acepta, irá al infierno, así que acep­ta que lo que le dicen es correcto. ¿Qué importancia tiene si ha dado luz a Jesús una niña virgen o no? No hay que ir al infierno por una cuestión así.


El resto de la gente se ríe de esa idea cristiana. Los musul­manes, los jainistas y los hindúes se ríen de esta estupidez. ¿Cómo es posible que una niña virgen dé a luz a un bebé? Esto es totalmente absurdo.


Pero los musulmanes dicen que Mahoma subió al cielo mon­tado en su yegua cuando todavía estaba vivo. Los cristianos, hin­dúes y jainistas se ríen de esto, ¿qué tontería es ésta? En primer lugar, una yegua no puede ir al cielo. Si al menos hubiese sido un caballo podría haber ido al cielo. Un hombre puede ir al cie­lo, pero no se ha establecido que las mujeres vayan al cielo, así que una yegua no puede ir al cielo. Si hubiese sido un caballo, se ha­bría podido tolerar esta idea, podría haber estado bien.


En segundo lugar, ¿cómo puede subir alguien al cielo es­tando vivo? Tiene que dejar aquí su cuerpo, el cuerpo es terre­nal. Mahoma no puede ir al cielo con su cuerpo. Todo el mun­do se ríe de esto. Los cristianos, los jainistas y los hindúes se ríen, pero los musulmanes dicen: «iCréetelo! Si no te lo crees, irás al infierno; te obligarán a pudrirte en el infierno, sufrirás en el in­fierno. Tendrás que aceptado. Si no lo aceptas, si no estás de acuerdo con las palabras de Mahoma, debes saber que tendrás muchas problemas, porque sólo hay un Dios en el mundo y Ma­homa es su profeta».


El hombre está obligado a creer bajo amenaza, de modo que acepta que pueda ser verdad lo que le dicen. Los jainistas se ríen de los musulmanes y los cristianos, pero ellos mismos dicen que Mahavira fue concebido en el vientre de una mujer brahmin. ¿Cómo es posible que un tirthankara jainista naciera en una fa­milia brahmin? La verdadera casta y la casta más alta es la casta kshatriya, la casta guerrera, y los tirthankaras siempre han naci­do en las familias kshatriya; no pueden nacer en una casa brah­min. Los brahmines son mendigos, ¿cómo iba a nacer un tir­thankara en una casa así? De modo que Mahavira fue concebido en el vientre de una mujer brahmin, pero cuando los dioses se die­ron cuenta de que esto iba a ser un error, « ¿cómo puede nacer un tirthankara en una familia brahmin?», inmediatamente sacaron el embrión y lo pusieron en el vientre de una mujer kshatriya, y sacaron el embrión femenino de la mujer kshatriya y lo pusie­ron dentro del vientre de la mujer brahmin.


La gente de todo el mundo se ríe de estas cosas, ison muy cómicas! En primer lugar, ¿qué tienen que ver los dioses con cambiar el embrión dentro del vientre de alguien? ¿Cómo se puede hacer esto? Todo el mundo se ríe, pero los jainistas se en­fadan. Dicen: «Te puedes reír de esto, pero no sabes lo que ha dicho nuestro tirthankara, y lo que dice nuestro tirthankara es ab­solutamente cierto. Quien no lo crea sufrirá en el infierno. Si no lo crees, a nosotros no nos importa, ipuedes seguir sufriendo!».


Hay mucha gente que le pide al hombre que crea en mu­chas cosas. Había un tiempo en el que el hombre no conocía las creencias de los demás: sólo sabía lo que ocurría en su propio círculo, de modo que no había tanta confusión. Ahora el mun­do se ha vuelto pequeño y todos saben lo que creen los demás, ila confusión del ser humano ha llegado hasta la locura absolu­ta! Ahora todo ese lío supera su comprensión, no entiende de qué le está intentando convencer toda esa gente.
Pero la situación tampoco fue mucho mejor en el pasado. Aunque un hindú no conocía las creencias de un musulmán y un jainista no conocía las creencias cristianas, esto no hacía que las cosas estuviesen más claras. Ni siquiera los mismos jainistas creen esencialmente en las mismas cosas: los digambaras dicen una cosa, los svetambaras dicen otra. Te asombrarás al saber las cosas sobre las que no están de acuerdo. Es sorprendente que la gen­te pueda tener opiniones tan distintas sobre las cosas. Uno de los veinticuatro tirthankaras jainistas fue Mallinath. Los digam­baras dicen que fue un hombre y los svetambaras dicen que fue una mujer. Los svetambaras dicen que era Mallibai y los digam­haras dicen que era Mallinath, y ambos dicen: «iSi no nos crees, irás al infierno!». Los digambaras dicen que una mujer nunca podría haber sido tirthankara -el hecho en sí es falso-; por tanto, tenía que ser un hombre. Era Mallinath, no Mallibai. Real­mente es demasiado que tenga que haber un conflicto sobre si se trata de un hombre o una mujer. Pero amenazan al hombre con ir al infierno y sufrir si no lo cree, así que es mejor creer.


En todo el mundo, las enseñanzas de las personas que quie­ren que les creas han creado confusión y caos en tu mente. Es­cuchas a todo el mundo, y el efecto de sus enseñanzas dejan huella en ti, tirando de tu ser en distintas direcciones.


Y más tarde, después de todas estas religiones, llegó el co­munismo. El comunismo dijo que la religión era como el opio: la religión no tiene sentido, la idea de Dios es absolutamente falsa, no tiene sentido. Marx dice que el comunismo es la ver­dadera religión; no deberíamos creer en ninguna otra cosa. La Biblia, el Gita, el Corán, están equivocados; El capital es la ver­dadera escritura religiosa y deberíamos creer en ella. Así que lle­gó una nueva creencia...
Después del comunismo llegó la ciencia. La ciencia dice que nada de todo eso tiene sentido. Todo lo que está escrito en las escrituras religiosas está mal, sólo está bien lo que dice la ciencia. Incluso durante la vida de un científico, llega otro cien­tífico con una idea diferente y declara que él tiene razón y que el primero está equivocado. Entonces aparece un tercer científico que declara que él tiene razón y los otros dos están equivo­cados. Y quizá aparece un cuarto científico...


Estos proclamadores de la verdad han provocado que haya una maraña confusa de pensamientos en la mente y el espíritu del hombre; estos pensamientos son muy dispares y tiran del hombre en todas las direcciones. Para provocar este desbarajus­te se ha utilizado el miedo y la manipulación; se han utilizado métodos sutiles de miedo y manipulación para imponerle al hombre una serie de creencias: si crees, vas al cielo; si no crees, vas al infierno.
Los líderes religiosos han estado haciendo lo mismo que hoy en día hace la publicidad, pero la publicidad no es tan des­carada y valiente. La gente que vende pastillas de jabón Lux anuncia que una determinada reina de belleza dice: «Soy bella porque uso pastillas de jabón Lux»; por tanto, quien las use se volverá bella y quien no las use no se volverá bella. Tienes mie­do de volverte fea, de modo que sales a comprarte una pastilla de jabón Lux. Como si no hubiese habido gente guapa antes de que existieran las pastillas de jabón Lux; como si Cleopatra, Mumtaj y Noorjehan no fuesen bellas porque no había jabón Lux. Pero los publicistas todavía no son demasiado valientes; tal vez en el futuro digan: «Cierto tirthankara dice, cierto profeta dice, cierto maestro dice que quien no usa pastillas de jabón Lux irá al infierno, no irá al cielo. Sólo las personas que usan pastillas de jabón Lux podrán ir al cielo».


Se puede amenazar a la gente diciéndole que sólo si fuman puros habanos irán al cielo, porque es muy bueno fumar y con­seguir que otros fumen puros habanos. Y cualquiera que no fume puros habanos irá al infierno. Y si fuma bidis indios, ¡tendrá que sufrir eternamente en el infierno! Si alguien no lo cree, tendrá que hacer frente a las consecuencias: quien lo crea, tendrá bue­nas consecuencias y quien no lo crea tendrá malas consecuencias.


La publicidad moderna todavía no ha llegado a ser tan des­carada como la antigua. La publicidad antigua amenazaba a la gente diciéndoles cosas absolutamente falsas, pero la gente seguía haciendo caso a esas cosas y aceptándolas sin cuestionárselo. De hecho, si se sigue repitiendo una mentira muchas veces durante miles de años, ésta acabará pareciendo una verdad. Si alguien re­pite la mentira más grande -la repite y vuelve a repetir-, poco a poco, pensarás que quizá sea verdad; de lo contrario, ¿cómo es que se ha repetido tantas veces desde hace tanto tiempo?

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