Si has estado estudiando Kabbalah durante un año o más, sabes que todo se trata del cambio.
En el gran esquema de las cosas, siempre hay dos alternativas a elegir: mantener las cosas tal como están o hacerlas de manera distinta.
Y en el aún más grande esquema de las cosas, si dejamos las cosas igual, ya sea física o energéticamente, ¿cómo podemos esperar que NOSOTROS seamos diferentes?
Miro el linaje entero de Kabbalistas a lo largo de la historia –Rav Shimón Bar Yojái, Rav Isaac Luria, El Baal Shem Tov, Rav Áshlag, Rav Brandwein– y pienso: ¿cómo puedo como persona, o cómo podemos como movimiento, tener realmente ese tipo de impacto? Cuando esos Kabbalistas vivían, tenían un grupo de estudiantes lo suficientemente reducido como para no necesitar un micrófono para dictarles una clase , y sin embargo, el mundo nunca será el mismo gracias a ellos. No se trata de cómo iban vestidos, ni de sus meditaciones y sus rezos. Ellos continuaron el linaje, pero de alguna forma no permitieron que el juego siguiera siendo el mismo.
La semana pasada planteamos esta pregunta: ¿Cuánto impacto tengo en mi mundo?
Esta semana, la pregunta es: ¿Cómo puedo cambiar el juego?
Como estudiantes de Kabbalah, tenemos la responsabilidad personal y colectiva de asegurarnos de que esta sabiduría continúa, pues es un ente vivo. Tiene una estructura básica, unas reglas –por así decirlo–, y mientras que tenemos que permanecer fieles a esos principios, queda a cargo nuestro cómo los vivimos.
Es por eso que en el Centro mantenemos las cosas en movimiento, editando y reeditando libros. Abriendo y cerrando Centros. Probando nuevos métodos y maneras de llegar a las personas y crear una transformación en el mundo. Sí, hemos hecho que esta sabiduría esté más accesible que nunca. Parte de ello consiste en llevar la antorcha. Pero la otra parte consiste en hacer lo que yo, como individuo único, puedo hacer para crear una diferencia.
¿Acaso no queremos todos ser la persona que abre nuevos caminos para que otras personas puedan transitarlos? Primero debemos caminar por un sendero sucio. ¿Te detienes ahí, o intentas descubrir cómo hacer el camino más amplio para que pueda pasar un caballo tirando de su carruaje? No, hagámosla todavía más grande para que pueda pasar un tren. Y luego un tren más rápido, un tren bala de alta velocidad.
Tenemos que hacer nuestro trabajo para asegurarnos de que el camino va mejorando cada vez más, de forma que pueda dar cabida a más y más personas; a un mayor tráfico.
Lo peor que podemos hacer es quedarnos quietos. Mantener el estado de las cosas. Dormirnos en los laureles de otra persona. Imagino que alguna vez, el nieto de un gran kabbalista dijo: ¿Sabes quién fue mi abuelo? Y usó eso como salvoconducto muy cómodo sin poner nada de su parte. Ése era su vale para garantizarse la subsistencia. Nosotros no podemos ser así.
Esta semana, piensa sobre lo que estás haciendo en tu vida para cambiar el juego. ¿Cómo has cambiado a tu familia para mejor? ¿Cómo has desafiado a tus amigos para que piensen de forma distinta? ¿Cómo has transformado tu entorno de trabajo, tu industria, tu comunidad?
Si no seguimos empujando, forjando nuevos senderos, comprobando constantemente qué más podemos hacer, entonces estamos paralizados. Debemos encontrar una forma de permanecer fieles al camino, y al mismo tiempo ser diferentes, lo cual significa ser más, progresar.
Y nunca ir en punto muerto, nunca sentir que ya hemos acabado. Nunca sentir que ya hicimos lo que vinimos a hacer aquí; nunca pensar que en realidad hemos hecho algo, a pesar de la evidencia que haya a nuestro alrededor.
Mi hermano, Michael Berg, a menudo cita el versículo 28:14 de Eclesiastés: "Bendito aquél que tiene miedo". Debemos tener miedo de ser los mismos, de viajar en punto muerto, de no lograr cambiar. En lugar de tener miedo al éxito, al fracaso o al compromiso, tengamos miedo porque todavía no hemos cambiado el juego.
P.D. Hablo con más detalle sobre esto en mi libro El poder de cambiarlo todo. Puedes pedir por anticipado una copia o leer un extracto de algunos capítulos en www.yehudaberg.com
En el gran esquema de las cosas, siempre hay dos alternativas a elegir: mantener las cosas tal como están o hacerlas de manera distinta.
Y en el aún más grande esquema de las cosas, si dejamos las cosas igual, ya sea física o energéticamente, ¿cómo podemos esperar que NOSOTROS seamos diferentes?
Miro el linaje entero de Kabbalistas a lo largo de la historia –Rav Shimón Bar Yojái, Rav Isaac Luria, El Baal Shem Tov, Rav Áshlag, Rav Brandwein– y pienso: ¿cómo puedo como persona, o cómo podemos como movimiento, tener realmente ese tipo de impacto? Cuando esos Kabbalistas vivían, tenían un grupo de estudiantes lo suficientemente reducido como para no necesitar un micrófono para dictarles una clase , y sin embargo, el mundo nunca será el mismo gracias a ellos. No se trata de cómo iban vestidos, ni de sus meditaciones y sus rezos. Ellos continuaron el linaje, pero de alguna forma no permitieron que el juego siguiera siendo el mismo.
La semana pasada planteamos esta pregunta: ¿Cuánto impacto tengo en mi mundo?
Esta semana, la pregunta es: ¿Cómo puedo cambiar el juego?
Como estudiantes de Kabbalah, tenemos la responsabilidad personal y colectiva de asegurarnos de que esta sabiduría continúa, pues es un ente vivo. Tiene una estructura básica, unas reglas –por así decirlo–, y mientras que tenemos que permanecer fieles a esos principios, queda a cargo nuestro cómo los vivimos.
Es por eso que en el Centro mantenemos las cosas en movimiento, editando y reeditando libros. Abriendo y cerrando Centros. Probando nuevos métodos y maneras de llegar a las personas y crear una transformación en el mundo. Sí, hemos hecho que esta sabiduría esté más accesible que nunca. Parte de ello consiste en llevar la antorcha. Pero la otra parte consiste en hacer lo que yo, como individuo único, puedo hacer para crear una diferencia.
¿Acaso no queremos todos ser la persona que abre nuevos caminos para que otras personas puedan transitarlos? Primero debemos caminar por un sendero sucio. ¿Te detienes ahí, o intentas descubrir cómo hacer el camino más amplio para que pueda pasar un caballo tirando de su carruaje? No, hagámosla todavía más grande para que pueda pasar un tren. Y luego un tren más rápido, un tren bala de alta velocidad.
Tenemos que hacer nuestro trabajo para asegurarnos de que el camino va mejorando cada vez más, de forma que pueda dar cabida a más y más personas; a un mayor tráfico.
Lo peor que podemos hacer es quedarnos quietos. Mantener el estado de las cosas. Dormirnos en los laureles de otra persona. Imagino que alguna vez, el nieto de un gran kabbalista dijo: ¿Sabes quién fue mi abuelo? Y usó eso como salvoconducto muy cómodo sin poner nada de su parte. Ése era su vale para garantizarse la subsistencia. Nosotros no podemos ser así.
Esta semana, piensa sobre lo que estás haciendo en tu vida para cambiar el juego. ¿Cómo has cambiado a tu familia para mejor? ¿Cómo has desafiado a tus amigos para que piensen de forma distinta? ¿Cómo has transformado tu entorno de trabajo, tu industria, tu comunidad?
Si no seguimos empujando, forjando nuevos senderos, comprobando constantemente qué más podemos hacer, entonces estamos paralizados. Debemos encontrar una forma de permanecer fieles al camino, y al mismo tiempo ser diferentes, lo cual significa ser más, progresar.
Y nunca ir en punto muerto, nunca sentir que ya hemos acabado. Nunca sentir que ya hicimos lo que vinimos a hacer aquí; nunca pensar que en realidad hemos hecho algo, a pesar de la evidencia que haya a nuestro alrededor.
Mi hermano, Michael Berg, a menudo cita el versículo 28:14 de Eclesiastés: "Bendito aquél que tiene miedo". Debemos tener miedo de ser los mismos, de viajar en punto muerto, de no lograr cambiar. En lugar de tener miedo al éxito, al fracaso o al compromiso, tengamos miedo porque todavía no hemos cambiado el juego.
Todo lo mejor,
Yehudá Berg
Yehudá Berg
P.D. Hablo con más detalle sobre esto en mi libro El poder de cambiarlo todo. Puedes pedir por anticipado una copia o leer un extracto de algunos capítulos en www.yehudaberg.com
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