LUNES 26 DE ENERO DE 2009
Imagina a una anciana en la esquina de una intersección con mucho movimiento. Un transeunte intenta ayudarla a cruzar la calle. Ella lo rechaza amablemente. Él lo intenta de nuevo. Ella sigue rechazándolo, ahora un tanto enfadada por su insistencia.
¿Por qué está enfadada? Porque no tiene deseos de cruzar la calle. Ella está simplemente parada en la intersección esperando a que llegue el autobús.
En ocasiones, en nuestro entusiasmo por compartir, terminamos ofreciendo nuestra amabilidad a gente que no la quiere. Para que un verdadero compartir ocurra, tiene que haber un receptor dispuesto, y un deseo real de tomar posesión de lo que se ofrece.
Pon atención a cómo das hoy. Asegúrate de que hay alguien recibiendo en el otro extremo.
Imagina a una anciana en la esquina de una intersección con mucho movimiento. Un transeunte intenta ayudarla a cruzar la calle. Ella lo rechaza amablemente. Él lo intenta de nuevo. Ella sigue rechazándolo, ahora un tanto enfadada por su insistencia.
¿Por qué está enfadada? Porque no tiene deseos de cruzar la calle. Ella está simplemente parada en la intersección esperando a que llegue el autobús.
En ocasiones, en nuestro entusiasmo por compartir, terminamos ofreciendo nuestra amabilidad a gente que no la quiere. Para que un verdadero compartir ocurra, tiene que haber un receptor dispuesto, y un deseo real de tomar posesión de lo que se ofrece.
Pon atención a cómo das hoy. Asegúrate de que hay alguien recibiendo en el otro extremo.