Una vez sucedió una equivocación. Había una niña llamada Alicia. Alicia estaba errando por una tierra extraña, el país de las maravillas. Cuando se encontró con la reina del país de las maravillas, la reina le hizo una pregunta a Alicia:
¿Te has encontrado a alguien por el camino? -le preguntó.
Y Alicia respondió:
-A nadie.
Pero la reina pensó que se había encontrado con alguien que se llamaba Nadie. Esta fantasía se fue haciendo más grande porque entonces llegó el mensajero de la reina y la reina también le preguntó si había encontrado con alguien. Él volvió a decir: Con nadie.
La reina dijo:
-Esto es muy extraño.
Ella creía que había una persona que se llamaba Nadie que se había encontrado con Alicia y con el mensajero. De modo que le dijo al mensajero:
-Parece que Nadie camina más despacio que tú.
Esta afirmación tiene dos significados: uno de ellos es que nadie camina más despacio que el mensajero.
El mensajero se alarmó, porque un mensajero debería ir muy deprisa. Así que dijo:
No, nadie camina más rápido que yo.
La reina dijo:
¡Qué situación más enrevesada! Dices que Nadie camina más rápido que tú. Pero si Nadie camina más rápido que tú, entonces debería haber llegado antes que tú, ya debería estar aquí.
Ahora el pobre mensajero se dio cuenta de que había un malentendido y dijo:
-iNadie es nadie!
Pero la reina exclamó:
-Ya sé que Nadie es Nadie. ¿Pero quién es? Dímelo. Ya debería haber llegado. ¿Dónde está?
Con el hombre ocurre el mismo malentendido con el lenguaje. El nombre de todo el mundo es Nadie, ningún nombre tiene más sentido que esto. La idea de yo es la idea de nadie, nada más. Pero por el malentendido del lenguaje se ha creado la ilusión de que «Yo soy alguien, tengo un nombre».
El hombre se muere y deja grabado su nombre en una piedra, esperando que quizá las piedras duren para siempre. No sabemos si lo harán. La arena de las playas era piedra una vez. Antes o después, todas las piedras se convertirán en arena. Da lo mismo que escribas tu nombre en arena o lo escribas en piedra. En la larga historia del mundo, no hay diferencia entre la arena y las piedras. Los niños escriben sus nombres en la arena de la orilla de la playa, quizá piensan que mañana pasará la gente y lo verá. Pero las olas llegan y borran el nombre. Los adultos se ríen y dicen: «iEstás loco! No tiene sentido escribir nombres en la arena.
Pero los adultos los escriben en piedras, y no se dan cuenta de que la arena está hecha de piedras. No hay ninguna diferencia entre los adultos y los niños. En lo que a tonto se refiere, tienen la misma edad.
Un emperador se convirtió en chakravartin. Esto ocurre pocas veces. Un chakravartin es el amo de todo el mundo. Hay una vieja historia que cuenta que los chakravartins tenían un privilegio especial del que no disponía nadie más; los demás no podían tenerlo. Tenían la oportunidad de poner su firma en el monte Sumeru, la montaña del cielo. Incluso en el tiempo.infinito, era raro que alguien se convirtiera en chakravartin; por eso, el hecho de firmar en el monte Sumeru era un fenómeno muy poco corriente.
Cuando el emperador se convirtió en chakravartin estaba muy contento; ahora tenía el privilegio de poner su nombre en el monte Sumeru. Llegó a la puerta del cielo con gran pompa y
fausto, acompañado de un gigantesco ejército. El guardián de la puerta le dijo:
-¿Has llegado? Puedes entrar, pero toda esa multitud no puede pasar, tienen que irse a casa. ¿Has traído herramientas para grabar tu nombre?
El emperador dijo: -Sí, he traído los instrumentos. El guardián de la puerta le dijo:
-El monte Sumeru es infinito, pero ha habido tantos chakravartins que ya no queda sitio para firmar. Así que primero tendrás que borrar el nombre de alguien y después podrás firmar con tu nombre porque no queda sitio, toda la montaña está llena.
El emperador cruzó la entrada. La montaña era infinita. Podía contener muchos Himalayas en sus cordilleras más pequeñas; sin embargo, no quedaba ni un centímetro en toda su superficie. Él había creído que sólo después de intervalos muy largos se convertía alguien en chakravartin, pero no tenía ni idea de que hubiese pasado tanto tiempo como para que, aunque alguien se convirtiese en chakravartin después de un largo tiempo, toda la montaña estuviese llena, no quedasen espacios libres.
El emperador estaba muy triste y disgustado. El guardián de la puerta le dijo:
-No estés triste. Mi padre y su padre, mi abuelo, también hacían este trabajo. Hace muchas generaciones que sabemos que si quieres firmar, antes tendrás que borrar un trozo, nunca podrás encontrar un hueco vacío.
Entonces el emperador se volvió y dijo:
-Si sólo se puede firmar después de haber borrado el nombre de otro, esto es una locura... porque firmaré y me marcharé, y después llegará otra persona mañana que borrará mi firma para poner la suya. Con una montaña tan grande y tantos nombres, ¿quién va a leerlos? ¿Qué sentido tiene? Lo siento, estoy cometiendo un error. Esto no tiene sentido.
Hay pocas personas que sean tan inteligentes; los demás escriben sus nombres en piedras, en los templos. Construyen monumentos conmemorativos en los que mandan escribir sus nombres, olvidándose de que nacieron sin un nombre y nó tienen nombre. Por un lado se desperdicia la piedra, y por otro, se desperdicia el trabajo. Y cuando se mueren y dicen adiós, se van sin nombre.
No tienes un nombre que sea tuyo. El nombre es la ilusión visible al mundo exterior, y el yo es la ilusión visible al mundo interior. El yo y el nombre son dos caras de la misma moneda. El nombre se ve desde fuera y el yo se ve desde dentro. Y mientras sigan existiendo la ilusión del nombre y el yo, el espacio en el que surge el amor no se podrá abrir.
Lo último que quiero decirte es investiga un poco. Vete al monte Sumeru y fíjate en todas las firmas que hay allí. ¿Tú también quieres añadir tu nombre borrando otro? Acércate un poco más a las montañas y fíjate cómo se convierten en arena. Observa a los niños escribiendo su nombre en la arena de la playa. Mira a tu alrededor y fíjate en lo que estamos haciendo. ¿Estamos desperdiciando nuestra vida escribiendo nombres en la arena? Si esto es lo que sientes, indaga un poco más, entra dentro de este yo e indaga. Un día verás que el yo no es nadie; no hay nadie ahí. Hay un silencio y una paz profundos, pero no hay un yo. Y cuando te des cuenta de que dentro de ti no hay un yo, habrás llegado a conocer la totalidad lo que realmente es: el ser, la existencia, lo divino.
Por eso digo que el amor es la puerta hacia lo divino y el ego es la puerta hacia la ignorancia. El amor es la puerta de la luz, y el ego es la puerta de la oscuridad.
Tenía que decir esto último antes de irnos. Explorad el amor desde esta dimensión. Esta exploración comenzará en el ego y acabará al alcanzar el amor. Explorad en esta dirección: ¿realmente existe esa sombra del ego, realmente existe este yo? El ser humano que emprende esta exploración no sólo no encontrará un yo, sino que además alcanzará lo divino. La persona que está atada al poste de ese yo no será capaz de emprender el viaje al océano de lo divino. Esto era lo último que os quería decir. De hecho, es lo primero y lo último que hay que decir.
Yo es lo primero que aparece en la vida de una persona, y yo es lo último. La persona que está atada al yo experimenta dolor y cuando se libera alcanza la dicha. No hay ninguna historia y ningún cuento excepto el yo. No hay ningún sueño excepto el yo. No hay ninguna mentira excepto el yo.
Encuentra ese yo, y se abrirán las puertas de la dicha. Si se hace añicos la roca del yo, las fuentes del amor empezarán a fluir. Entonces el corazón se llenará con la música del amor. Cuando el corazón está lleno de amor, empieza un nuevo viaje que es difícil de describir con palabras. Ese viaje os llevará hasta el centro mismo de la vida.
Quería deciros estas cosas antes de marcharme.
Ahora nos sentaremos para la meditación vespertina. Nos sentaremos durante diez minutos para la meditación y después nos despediremos. Y yo os digo adiós con la esperanza y una plegaria a Dios para que todos seáis afortunados y alcancéis el amor, para que todos seáis tan bienaventurados como para libraros de la enfermedad del yo, para que todos seáis afortunados y encontréis lo que ya está dentro de vosotros.
Un mendigo murió en una ciudad muy grande... reza para no morirte como ese mendigo. El mendigo murió después de mendigar en el mismo sitio durante cuarenta años. Él creía que mendigando se convertiría en emperador, ¿pero es posible convertirse en emperador mendigando? Cuanto más mendiga una persona, más mendigo se vuelve.
Cuando empezó era un pequeño mendigo; el día que murió era un gran mendigo, pero no se había convertido en un emperador. Se murió. La gente del vecindario se comportó con él igual que hacían con el resto de la gente que moría: se llevaron el cadáver y lo quemaron junto con los harapos que había dejado. Después los vecinos pensaron que este mendigo había ensuciado durante cuarenta años ese pedazo de tierra, y que estaría bien cavar un poco de tierra y tirarla. Empezaron a excavar.
¡Se encontraron con una gran sorpresa! Si el mendigo estuviese vivo se habría vuelto locó. Después de excavar, se encontraron con un enorme tesoro enterrado justo debajo del lugar donde se solía sentar a mendigar.
Él no sabía que si hubiese excavado la tierra que tenía debajo, se habría convertdo en un emperador y no habría tenido que mendigar. ¿Pero cómo iba a saber ese pobre hombre? Sus ojos miraban hacia fuera, sus manos estaban extendidas y se murió mendigando. Toda la gente del vecindario se quedó estupefacta:
¿Qué clase de mendigo es este? Este idiota ni siquiera se había dado cuenta de que había un tesoro enterrado justo debajo de donde estaba sentado.
Me acerqué a ese lugar, me encontré con los vecinos y les dije:
-Insensatos, no os preocupéis por el mendigo. Dejad a un lado vuestros juicios. Algún día es posible que vosotros también tengáis que cavar la tierra que tenéis debajo, porque puede ser que cuando os muráis, el resto de la gente se ría de vosotros.
Cuando se muere una persona, los demás se ríen de él diciendo que era un ingenuo, que no podía llegar a nada en su vida. Y no saben que el resto de la gente sólo está esperando a que ellos se mueran para poder reírse también y decir que esa persona, era realmente ingenua y no podía llegar a nada.
Los vivos se ríen de una persona cuando se muere. Pero si una persona viva puede captar la idea de reírse de sí mismo cuando todavía está vivo, entonces se transformaría su vida, se convertiría en una persona diferente. Si en estos tres días de campo de meditación os habéis acordado de reíros de vosotros mismos, entonces se acabó la cuestión. Si puedes acordarle de excavar debajo del sitio donde estás ahora mismo, se acabó la cuestión. Entonces todo lo que he dicho inevitablemente fructificará dentro de ti.
Al final yo sólo rezo para que no te conviertas en un mendigo, sino en un emperador. Ruego para que no les des a los vecinos una oportunidad de reírse. Estos días habéis escuchado mis charlas con tanto silencio y tanto amor que os estoy muy agradecido, y me inclino ante la divinidad que está presente dentro de todos vosotros. Aceptad, por favor, mi saludo.
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