Cuando los colonos europeos se embarcaron para Norte América, las organizaciones de la Hermandad se embarcaron con ellos. En 1694, un grupo de líderes rosacruces procedentes de Europa, fundaron una colonia en lo que se conoce hoy como el Estado de Pennsylvania. Algunas de sus pintorescas edificaciones en Eufrates se conservan como una atracción turística única.
La francmasonería continuaba. El 5 de Junio de 1730, el duque de Norfolk, garantizó a Daniel Coxe de New Jersey una de las diputaciones masónicas más antiguas conocida que se haya alcanzado en las colonias americanas. La diputación nombraba al señor Coxe, Gran Maestro provisional de New York, New Jersey y Pennsylvania. Esto le permitía establecer logias. Una de las logias coloniales oficiales más antiguas fue fundada por Henry Price en Boston el 31 de Agosto de 1733, bajo un capítulo dependiente de la Gran Logia Madre de Inglaterra. El historiador masónico Alberto Mackey cree que esta logia probablemente existió antes, pero sus registros se perdieron.
La francmasonería se esparció rápidamente en las colonias americanas al igual que lo había hecho en Europa. Las logias más antiguas en las colonias británicas eran casi todas capituladas por la Gran Logia Madre Inglesa y sus primeros miembros eran súbditos británicos fieles.
Los ingleses no fueron los únicos inmigrantes que colonizaron América. Inglaterra tenía un gran rival en el Nuevo Mundo: Francia. La competencia entre las dos naciones causó riñas frecuentes sobre los límites coloniales. Esto trajo muchos enfrentamientos fronterizos violentos en suelo americano, como el de la guerra de la reina Ana durante la primera década del siglo XVIII, y la guerra del rey Jorge en 1744. Aún durante los tiempos de paz, las relaciones entre las dos superpotencias era de todo, menos tranquilas.
Uno de los oficiales militares leales a Gran Bretaña en las colonias fue un hombre llamado George Washington. El se había iniciado en la masonería el 4 de Noviembre de 1752 a la edad de 20 años. Se hizo miembro del gremio en forma vitalicia. Washington llegó a ser un oficial destacado en el ejército colonial, el cual estaba bajo la autoridad británica, ingresando a filas cuando apenas alcanzaba los veinte y cinco años de edad. Medía seis pies y tres pulgadas(190,5 cm.) y pesaba doscientas libras (91 Kg) aproximadamente, lo cual hacía de él una figura físicamente impresionante.
Una de las tareas militares de Washington era la de mantener una permanente vigilancia de las tropas francesas en las tensas regiones fronterizas. El tratado de Aix-la Chapelle establecido en 1748, había terminado con la guerra del rey Jorge y se había devuelto algunos territorios a Francia. Ambas, Francia e Inglaterra, se beneficiaron de esta pausa en las hostilidades ya que la guerra estaba conduciendo a las dos naciones a un enorme endeudamiento. Aunque las dos naciones usaron el papel moneda inflacionario como circulante para ayudarse a pagar sus guerras, esto no las protegió de las dificultades financieras profundas que toda guerra siempre trae.
Desgraciadamente la paz lograda se acabó en menos de una década. De acuerdo a algunos historiadores, fue rota por Washington durante uno de los enfrentamientos habido en una incursión en el valle de Ohio. Washington y sus hombres divisaron un grupo de soldados franceses sin que los soldados franceses los divisaran a ellos. Obedeciendo las órdenes de Washington, sus tropas abrieron fuego sin aviso. Esto ocasionó un incidente para los saldados de Washington ya que se les acusó de haber practicado una emboscada a los embajadores franceses acreditados que viajaban con su acostumbrada escolta militar. Más tarde, los franceses alegaron que ellos estaban en camino hacia una conferencia con los británicos, en la cual se iban a allanar algunas diferencias todavía existentes entre las dos naciones con respecto a las regiones de Ohio. Washington justificó su ataque declarando que los soldados franceses lo estaban acechando y que su reclamo de inmunidad diplomática era sólo un pretexto. Cualquiera que sea la verdad, los franceses sintieron que habían sido víctimas de una agresión no provocada. Inmediatamente se renovó la guerra francesa-indígena en América, y en Europa, este mismo incidente provocó la denominada Guerra de los Siete Años.
La renovación del conflicto fue desastrosa. De acuerdo a Federico el Grande, la Guerra de los Siete Años produjo tanto como 853.000 bajas militares y cientos de miles de vidas civiles. Ambas, Inglaterra y Francia, se infligieron pesados daños económicos. Cuando la guerra terminó, Inglaterra enfrentó una deuda nacional de 136 millones de Libras esterlinas, la mayor parte de la cual fue contraída con una élite bancaria. Para pagar la deuda, el Parlamento inglés tuvo que levantar pesados impuestos en su propio país. Cuando los impuestos llegaron a ser demasiado altos, se colocaron aranceles sobre los bienes producidos e importados por las colonias americanas. Los aranceles se convirtieron rápidamente en un punto espinoso y delicado a tratar con los colonos americanos quienes comenzaron a resistirlos.
Otro cambio causado por la guerra fue el abandono de parte de los Hannover de su política de mantener un pequeño ejército estacionado en Gran Bretaña. Las fuerzas armadas de Inglaterra estaban extensamente expandidas. Esto produjo la necesidad de crear impuestos mucho más altos a los ciudadanos. Además, casi 6.000 elementos de tropas británica necesitaban mantenerse en América, donde estos frecuentemente estaban invadiendo los derechos de propiedad de los colonos, lo cual generaba más discordia colonial.
La cuarta consecuencia adversa de la guerra, al menos en la mente de los colonialistas, fue la capitulación de Inglaterra a las demandas de varias naciones indígenas americanas. Los indígenas americanos habían luchado al lado de los franceses debido a las usurpaciones e invasiones de los colonialistas británicos a los territorios indígenas. Después de la guerra francesa e indígena, la Corona emitió la proclamación de 1763 donde se ordenaba que la vasta región comprendida entre los montes Apalaches y el río Mississippi se convertiría en una extensa reservación indígena. A los súbditos británicos no se les permitía asentarse allí sin autorización de la Corona. Esto fue lo que produjo la expansión acelerada y brusca hacia el Oeste.
La primera nueva medida impositiva colonial de los británicos se llevó a efecto en 1764. Esta medida se conoció como el Acta del Azúcar. Mediante ella se colocó aranceles a la madera, alimentos, ron y melaza. En los años siguientes, un nuevo impuesto, la Ley de Timbres, fue instaurado para ayudar el pago de las tropas británicas estacionadas en las colonias.
Muchos colonialistas objetaron fuertemente los impuestos y la forma como estos eran recolectados. Bajo la “ayuda del mandato judicial” británico, por ejemplo, los agentes de aduanas de la Corona podían investigar y allanar cualquier lugar que quisieran, en busca de bienes importados que estuvieran violando el Acta. Los agentes tenían poderes casi ilimitados para investigar e incautar sin notificación ni orden judicial.
En Octubre de 1765, una representación de las nueve colonias se reunieron en un Congreso de Acta de Sello en New York. La asamblea pasó una declaración de los Derechos que expresaba su oposición al establecimiento de impuestos por el Parlamento Británico sin que hubiera alguna representación de las colonias americanas. La Declaración también se oponía a los juicios sin jurados llevados a cabo en la Corte del Almirantazgo Británico. Este acto de desafío fue parcialmente exitoso. El 17 de Marzo de 1766, cinco meses después de la reunión del Congreso del Acta de Sello, fue revocada el Acta de Sello.
A pesar de los esfuerzos sinceros del Parlamento Británico para satisfacer muchas de las demandas coloniales, un significativo movimiento de independencia se estaba desarrollando en las colonias americanas. Bajo el liderazgo de un hombre llamado Samuel Adams, una organización secreta que se llamó a sí misma los “Hijos de la Libertad”, empezó a cometer hechos de terrorismo y violencia. Ellos quemaron los archivos de la Corte del Almirantazgo (Tribunal que conoce de los asuntos concernientes a la Marina), y destruyeron las casas de varios oficiales británicos. Amenazaron con más violencia contra los agentes de estampillas y otras autoridades británicas. Los “Hijos de la Libertad” organizaron sabotajes económicos exhortando a los colonialistas a cancelar las órdenes por mercancías británicas. Estas acciones hacían daño a los ingleses porque las colonias eran muy importantes para los británicos como mercado de intercambio. Por eso en 1770, los británicos cedieron una vez más con los colonialistas eliminando todos los aranceles excepto el del té. Sin embargo, esta vez el fervor revolucionario era tan fuerte que no pudo detenerse. El resultado fue el derramamiento de sangre. El 5 de Marzo de 1770, la “Masacre de Boston” sucedió, en la cual las tropas británicas dispararon a una multitud matando a cinco personas. Las tensiones continuaron en aumento y se formaron más grupos secretos revolucionarios. Los británicos todavía no eliminaban el impuesto al té. El 14 de Octubre de 1773, tres años después de la Masacre de Boston, los colonialistas se treparon como indígenas y entraron en un barco inglés que se encontraba anclado en el puerto de Boston y lanzaron grandes cantidades de té al agua. Este acto fue el famoso Partido de la Fiesta del Té de Boston.
Al final, este acto de rebelión causó que el Parlamento promulgara sanciones comerciales contra los colonialistas. Las sanciones lo que hicieron fue alentar más la rebelión. En 1774, un grupo de líderes coloniales convocaron el Primer Congreso Continental para protestar las acciones británicas y llamar a la desobediencia civil. En el mes de Marzo de 1775, Patrick Henry pronunció su famoso discurso: “Dame libertad o dame la muerte”, en una Convención en Virginia. En menos de un mes desde este discurso, se puso en camino la revolución americana con la batalla de Concord, donde una milicia colonial organizada llamada “En Estado de Alerta” (Minutemen) sufrieron ocho bajas mientras infligieron 273 a los británicos. En Junio de ese mismo año, George Washington, el mismo que muchos historiadores creen que fue quien puso a rodar la bola de nieve dos décadas antes cuando ordenó a sus tropas disparar a los franceses en el valle de Ohio, fue nombrado Comandante en Jefe del nuevo y flamante ejército continental. Los historiadores han indicado que no sólo fueron los motivos económicos los únicos que impulsaron a los revolucionarios americanos. Esto llegó a ser obvio después que el Parlamento Británico eliminó casi todas las tarifas que había impuesto. El rey Jorge III, a pesar de ser hannoveriano, fue popular en su país e inicialmente se comportó como un amigo de los colonialistas. Los agudos ataques contra el rey Jorge por los portavoces de los revolucionarios lo preocuparon bastante, porque le parecieron desproporcionados con respecto a su verdadero comportamiento en los problemas que eran motivo de las quejas de los colonialistas. La mayor parte de la retórica revolucionaria parece haber sido dirigida en el Parlamento. Claramente había algo más profundo conduciendo la causa revolucionaria; los rebeldes estaban lejos de establecer un nuevo orden social completo. Su revuelta fue estimulada por filosofías ocultas que abarcaban mucho más allá de sus disputas con la Corona. Una de esas filosofías era la masónica.
Un “¿Quién es Quién?” de la revolución americana es casi un “¿Quién es Quién?” de la francmasonería americana colonial. Los francmasones combatieron al lado de los revolucionarios, incluyendo a George Washington, a Benjamín Franklin, quien era masón al menos desde 1731, Alexander Hamilton, Richard Montgomery, Henry Knox, James Madinson y Patrick Henry. Los revolucionarios que también eran “grandes maestros” masones incluían a Paul Revere, John Hancock y James Clinton, además de Washington y Franklin. De acuerdo al artículo del Coronel La Von P. Linn, titulado: “La Francmasonería y la Defensa Nacional, 1754-1799” existe un estimado de 14.000 oficiales de todos los rangos del Ejército Continental y un quinto (1/5), o sea 2.018 de ellos eran francmasones. Esto representaba un total de 218 logias. Un centenar de esos oficiales eran generales. El coronel Linn apunta:
“En todas nuestras guerras, comenzando por la guerra franco-indígena y la guerra de independencia americana, la silueta de los militares masones americanos se ha destacado muy alto, por encima de las batallas”.
Europa proporcionó a los americanos del norte dos masones adicionales de importancia. Desde Alemania llegó el Baron von Steuben, quien personalmente convirtió las tropas harapientas de Washington en la semblanza de un ejército de batalla. Von Steuben fue un francmasón alemán que sirvió en el ejército prusiano como ayuda de campo de Federico el Grande. Fue el encargado en el año 1763 de la desmovilización prusiana después de la guerra de los Siete Años. El tiempo en que fueron solicitados los servicios de Von Steuben en Francia por Benjamín Franklin, Von Steuben ejercía una capitanía a media-paga y había estado retirado del trabajo militar por catorce años. Con el fin de obtener la autorización del Congreso, Franklin falsificó el expediente de von Steuben poniéndole el grado de Teniente General. La mentira trabajó mucho para el beneficio final del Ejército Continental.
La francmasonería continuaba. El 5 de Junio de 1730, el duque de Norfolk, garantizó a Daniel Coxe de New Jersey una de las diputaciones masónicas más antiguas conocida que se haya alcanzado en las colonias americanas. La diputación nombraba al señor Coxe, Gran Maestro provisional de New York, New Jersey y Pennsylvania. Esto le permitía establecer logias. Una de las logias coloniales oficiales más antiguas fue fundada por Henry Price en Boston el 31 de Agosto de 1733, bajo un capítulo dependiente de la Gran Logia Madre de Inglaterra. El historiador masónico Alberto Mackey cree que esta logia probablemente existió antes, pero sus registros se perdieron.
La francmasonería se esparció rápidamente en las colonias americanas al igual que lo había hecho en Europa. Las logias más antiguas en las colonias británicas eran casi todas capituladas por la Gran Logia Madre Inglesa y sus primeros miembros eran súbditos británicos fieles.
Los ingleses no fueron los únicos inmigrantes que colonizaron América. Inglaterra tenía un gran rival en el Nuevo Mundo: Francia. La competencia entre las dos naciones causó riñas frecuentes sobre los límites coloniales. Esto trajo muchos enfrentamientos fronterizos violentos en suelo americano, como el de la guerra de la reina Ana durante la primera década del siglo XVIII, y la guerra del rey Jorge en 1744. Aún durante los tiempos de paz, las relaciones entre las dos superpotencias era de todo, menos tranquilas.
Uno de los oficiales militares leales a Gran Bretaña en las colonias fue un hombre llamado George Washington. El se había iniciado en la masonería el 4 de Noviembre de 1752 a la edad de 20 años. Se hizo miembro del gremio en forma vitalicia. Washington llegó a ser un oficial destacado en el ejército colonial, el cual estaba bajo la autoridad británica, ingresando a filas cuando apenas alcanzaba los veinte y cinco años de edad. Medía seis pies y tres pulgadas(190,5 cm.) y pesaba doscientas libras (91 Kg) aproximadamente, lo cual hacía de él una figura físicamente impresionante.
Una de las tareas militares de Washington era la de mantener una permanente vigilancia de las tropas francesas en las tensas regiones fronterizas. El tratado de Aix-la Chapelle establecido en 1748, había terminado con la guerra del rey Jorge y se había devuelto algunos territorios a Francia. Ambas, Francia e Inglaterra, se beneficiaron de esta pausa en las hostilidades ya que la guerra estaba conduciendo a las dos naciones a un enorme endeudamiento. Aunque las dos naciones usaron el papel moneda inflacionario como circulante para ayudarse a pagar sus guerras, esto no las protegió de las dificultades financieras profundas que toda guerra siempre trae.
Desgraciadamente la paz lograda se acabó en menos de una década. De acuerdo a algunos historiadores, fue rota por Washington durante uno de los enfrentamientos habido en una incursión en el valle de Ohio. Washington y sus hombres divisaron un grupo de soldados franceses sin que los soldados franceses los divisaran a ellos. Obedeciendo las órdenes de Washington, sus tropas abrieron fuego sin aviso. Esto ocasionó un incidente para los saldados de Washington ya que se les acusó de haber practicado una emboscada a los embajadores franceses acreditados que viajaban con su acostumbrada escolta militar. Más tarde, los franceses alegaron que ellos estaban en camino hacia una conferencia con los británicos, en la cual se iban a allanar algunas diferencias todavía existentes entre las dos naciones con respecto a las regiones de Ohio. Washington justificó su ataque declarando que los soldados franceses lo estaban acechando y que su reclamo de inmunidad diplomática era sólo un pretexto. Cualquiera que sea la verdad, los franceses sintieron que habían sido víctimas de una agresión no provocada. Inmediatamente se renovó la guerra francesa-indígena en América, y en Europa, este mismo incidente provocó la denominada Guerra de los Siete Años.
La renovación del conflicto fue desastrosa. De acuerdo a Federico el Grande, la Guerra de los Siete Años produjo tanto como 853.000 bajas militares y cientos de miles de vidas civiles. Ambas, Inglaterra y Francia, se infligieron pesados daños económicos. Cuando la guerra terminó, Inglaterra enfrentó una deuda nacional de 136 millones de Libras esterlinas, la mayor parte de la cual fue contraída con una élite bancaria. Para pagar la deuda, el Parlamento inglés tuvo que levantar pesados impuestos en su propio país. Cuando los impuestos llegaron a ser demasiado altos, se colocaron aranceles sobre los bienes producidos e importados por las colonias americanas. Los aranceles se convirtieron rápidamente en un punto espinoso y delicado a tratar con los colonos americanos quienes comenzaron a resistirlos.
Otro cambio causado por la guerra fue el abandono de parte de los Hannover de su política de mantener un pequeño ejército estacionado en Gran Bretaña. Las fuerzas armadas de Inglaterra estaban extensamente expandidas. Esto produjo la necesidad de crear impuestos mucho más altos a los ciudadanos. Además, casi 6.000 elementos de tropas británica necesitaban mantenerse en América, donde estos frecuentemente estaban invadiendo los derechos de propiedad de los colonos, lo cual generaba más discordia colonial.
La cuarta consecuencia adversa de la guerra, al menos en la mente de los colonialistas, fue la capitulación de Inglaterra a las demandas de varias naciones indígenas americanas. Los indígenas americanos habían luchado al lado de los franceses debido a las usurpaciones e invasiones de los colonialistas británicos a los territorios indígenas. Después de la guerra francesa e indígena, la Corona emitió la proclamación de 1763 donde se ordenaba que la vasta región comprendida entre los montes Apalaches y el río Mississippi se convertiría en una extensa reservación indígena. A los súbditos británicos no se les permitía asentarse allí sin autorización de la Corona. Esto fue lo que produjo la expansión acelerada y brusca hacia el Oeste.
La primera nueva medida impositiva colonial de los británicos se llevó a efecto en 1764. Esta medida se conoció como el Acta del Azúcar. Mediante ella se colocó aranceles a la madera, alimentos, ron y melaza. En los años siguientes, un nuevo impuesto, la Ley de Timbres, fue instaurado para ayudar el pago de las tropas británicas estacionadas en las colonias.
Muchos colonialistas objetaron fuertemente los impuestos y la forma como estos eran recolectados. Bajo la “ayuda del mandato judicial” británico, por ejemplo, los agentes de aduanas de la Corona podían investigar y allanar cualquier lugar que quisieran, en busca de bienes importados que estuvieran violando el Acta. Los agentes tenían poderes casi ilimitados para investigar e incautar sin notificación ni orden judicial.
En Octubre de 1765, una representación de las nueve colonias se reunieron en un Congreso de Acta de Sello en New York. La asamblea pasó una declaración de los Derechos que expresaba su oposición al establecimiento de impuestos por el Parlamento Británico sin que hubiera alguna representación de las colonias americanas. La Declaración también se oponía a los juicios sin jurados llevados a cabo en la Corte del Almirantazgo Británico. Este acto de desafío fue parcialmente exitoso. El 17 de Marzo de 1766, cinco meses después de la reunión del Congreso del Acta de Sello, fue revocada el Acta de Sello.
A pesar de los esfuerzos sinceros del Parlamento Británico para satisfacer muchas de las demandas coloniales, un significativo movimiento de independencia se estaba desarrollando en las colonias americanas. Bajo el liderazgo de un hombre llamado Samuel Adams, una organización secreta que se llamó a sí misma los “Hijos de la Libertad”, empezó a cometer hechos de terrorismo y violencia. Ellos quemaron los archivos de la Corte del Almirantazgo (Tribunal que conoce de los asuntos concernientes a la Marina), y destruyeron las casas de varios oficiales británicos. Amenazaron con más violencia contra los agentes de estampillas y otras autoridades británicas. Los “Hijos de la Libertad” organizaron sabotajes económicos exhortando a los colonialistas a cancelar las órdenes por mercancías británicas. Estas acciones hacían daño a los ingleses porque las colonias eran muy importantes para los británicos como mercado de intercambio. Por eso en 1770, los británicos cedieron una vez más con los colonialistas eliminando todos los aranceles excepto el del té. Sin embargo, esta vez el fervor revolucionario era tan fuerte que no pudo detenerse. El resultado fue el derramamiento de sangre. El 5 de Marzo de 1770, la “Masacre de Boston” sucedió, en la cual las tropas británicas dispararon a una multitud matando a cinco personas. Las tensiones continuaron en aumento y se formaron más grupos secretos revolucionarios. Los británicos todavía no eliminaban el impuesto al té. El 14 de Octubre de 1773, tres años después de la Masacre de Boston, los colonialistas se treparon como indígenas y entraron en un barco inglés que se encontraba anclado en el puerto de Boston y lanzaron grandes cantidades de té al agua. Este acto fue el famoso Partido de la Fiesta del Té de Boston.
Al final, este acto de rebelión causó que el Parlamento promulgara sanciones comerciales contra los colonialistas. Las sanciones lo que hicieron fue alentar más la rebelión. En 1774, un grupo de líderes coloniales convocaron el Primer Congreso Continental para protestar las acciones británicas y llamar a la desobediencia civil. En el mes de Marzo de 1775, Patrick Henry pronunció su famoso discurso: “Dame libertad o dame la muerte”, en una Convención en Virginia. En menos de un mes desde este discurso, se puso en camino la revolución americana con la batalla de Concord, donde una milicia colonial organizada llamada “En Estado de Alerta” (Minutemen) sufrieron ocho bajas mientras infligieron 273 a los británicos. En Junio de ese mismo año, George Washington, el mismo que muchos historiadores creen que fue quien puso a rodar la bola de nieve dos décadas antes cuando ordenó a sus tropas disparar a los franceses en el valle de Ohio, fue nombrado Comandante en Jefe del nuevo y flamante ejército continental. Los historiadores han indicado que no sólo fueron los motivos económicos los únicos que impulsaron a los revolucionarios americanos. Esto llegó a ser obvio después que el Parlamento Británico eliminó casi todas las tarifas que había impuesto. El rey Jorge III, a pesar de ser hannoveriano, fue popular en su país e inicialmente se comportó como un amigo de los colonialistas. Los agudos ataques contra el rey Jorge por los portavoces de los revolucionarios lo preocuparon bastante, porque le parecieron desproporcionados con respecto a su verdadero comportamiento en los problemas que eran motivo de las quejas de los colonialistas. La mayor parte de la retórica revolucionaria parece haber sido dirigida en el Parlamento. Claramente había algo más profundo conduciendo la causa revolucionaria; los rebeldes estaban lejos de establecer un nuevo orden social completo. Su revuelta fue estimulada por filosofías ocultas que abarcaban mucho más allá de sus disputas con la Corona. Una de esas filosofías era la masónica.
Un “¿Quién es Quién?” de la revolución americana es casi un “¿Quién es Quién?” de la francmasonería americana colonial. Los francmasones combatieron al lado de los revolucionarios, incluyendo a George Washington, a Benjamín Franklin, quien era masón al menos desde 1731, Alexander Hamilton, Richard Montgomery, Henry Knox, James Madinson y Patrick Henry. Los revolucionarios que también eran “grandes maestros” masones incluían a Paul Revere, John Hancock y James Clinton, además de Washington y Franklin. De acuerdo al artículo del Coronel La Von P. Linn, titulado: “La Francmasonería y la Defensa Nacional, 1754-1799” existe un estimado de 14.000 oficiales de todos los rangos del Ejército Continental y un quinto (1/5), o sea 2.018 de ellos eran francmasones. Esto representaba un total de 218 logias. Un centenar de esos oficiales eran generales. El coronel Linn apunta:
“En todas nuestras guerras, comenzando por la guerra franco-indígena y la guerra de independencia americana, la silueta de los militares masones americanos se ha destacado muy alto, por encima de las batallas”.
Europa proporcionó a los americanos del norte dos masones adicionales de importancia. Desde Alemania llegó el Baron von Steuben, quien personalmente convirtió las tropas harapientas de Washington en la semblanza de un ejército de batalla. Von Steuben fue un francmasón alemán que sirvió en el ejército prusiano como ayuda de campo de Federico el Grande. Fue el encargado en el año 1763 de la desmovilización prusiana después de la guerra de los Siete Años. El tiempo en que fueron solicitados los servicios de Von Steuben en Francia por Benjamín Franklin, Von Steuben ejercía una capitanía a media-paga y había estado retirado del trabajo militar por catorce años. Con el fin de obtener la autorización del Congreso, Franklin falsificó el expediente de von Steuben poniéndole el grado de Teniente General. La mentira trabajó mucho para el beneficio final del Ejército Continental.
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